Alianza. Madrid (2001). 300 págs. 7,81 €. Traducción: Amalia Rodríguez Monroy.
Algunos lectores no son partidarios de las antologías de poesía; y la razón está en que cada seleccionador -¡y traductor!- da del poeta antologado una imagen distinta; pues una imagen dan un racimo de poemas negros de Emily Dickinson, y otra, muy distinta, un ramillete de poemas multicolores y tiernos de la misma autora.
En español tenemos desde 1946 la Obra escogida por Ernestina de Champourcin y J.J. Domenchina, que nos dieron de E. Dickinson una imagen mas bien romántica; casi medio siglo después, Silvina Ocampo, limadora de esquinas, sobreabundó con sus Poemas en el concepto de la Dickinson como poetisa femenina y lírica de lo menudo y casero. Los Poemas (1995) de Marià Manent dan igualmente una imagen suavizada, también por la manera de su traducción.
Amalia R. Monroy, quizá como reacción a todo lo anterior, ha hecho una selección de ciento y un poemas… negros. Son los poemas -los de su Antología bilingüe- más duros en la forma, menos amables al oído, más desolados, hondos, a veces con una hondura enigmática y de difícil intelección por su misterio. Es el otro rostro de Emily Dickinson.
Respecto a su traducción, Monroy tiene sus gustos y peculiaridades propias. V.gr.: el verso Between my finite eyes traducido como La finitud de mi mirada parece una innecesaria variación respecto al original. Esto es muy habitual; y es habitual también este tipo de cambio: And «you’re hurt» exclaim!: Y exclame: «estás herido». Hay un matiz distinto si se dice conforme al original: Y «¡estás herido!» exclame; es más acusador e inesperado y rápido decirlo según el original; cosa que se pierde en la traducción. Y este constante cambio del orden sustantivo-adjetivo no siempre se justifica: When first a sombre Girl: Cuando al principio era una joven sombría, ¿por qué no sombría joven? En castellano se dice también el adjetivo antes del sustantivo, y a veces se quiere decir así, y a veces se dice mejor así.
Emily Dickinson (Massachusetts, 1830-1886). Dos mil poemas, trasunto de un variado y riquísimo mundo interior, vivo, por eso en pugna a veces (aún no ha surgido un editor de su obra completa en castellano). Una mujer fuerte, aunque frágil en su apariencia. Una artista, es decir, segura de su obra… inédita, tan segura, que muere en el silencio del aislamiento sin ceder y retocarla a la moda.
Pedro Antonio Urbina