Anagrama. Barcelona (1993). 191 págs. 1.700 ptas.
En los años de la posguerra civil española, dos primos, el Chino y el Rey -el narrador de la historia- dan el salto, entre juegos, suspensos y un verano de estudio y separación, de la infancia a la adolescencia, que compartirán con Elke, el eterno femenino, una refugiada alemana acogida por una tía de los muchachos. Junto a ellos, aparecen una serie de personajes secundarios muy emotivos, como la abuela; la tía Blanca; Rodolfo, el profesor de boxeo, que fue sparring de Uzcudun; Belinda, la criada, que se casará con él, o «El Rollo», preceptor del Rey durante el verano.
Álvaro Pombo ha escrito una novela divertida, ágil. No se trata de una historia para niños, como podría deducirse de la trama. Más bien es un acercamiento a la infancia y adolescencia, cuando el tiempo ha borrado lo negativo y perviven unos recuerdos e impresiones agradables.
Pero el gran acierto de Pombo está en el modo de relatar. El narrador, el Rey, desgrana los hechos sin orden, con avances y retrocesos, usando un lenguaje propio de su edad de adolescente, con incorrecciones, con viveza, con jerga propia, y va dejando caer sus impresiones sobre los acontecimientos más dispares, sobre el modo de actuar de los mayores y sobre el descubrimiento del cambio que se va operando en el Chino, su gran amigo, en Elke y en él.
También resulta muy lograda la simbiosis de los juegos y la imaginación de los tres adolescentes con relación a los acontecimientos del mundo circundante.
Así, por ejemplo, la subida al tejado como si se tratase de la conquista del Everest, las referencias al Imperio Nipón o a Hitler y a Rommel, etc.
Luis Ramoneda