El subtítulo, la necesidad vital de la comunicación, encuadra el contenido. Aquilino Polaino, psiquiatra y profesor, ha dedicado miles de horas a escuchar. Comienza explicando el carácter dialógico de la persona humana, un ser que necesita hablar y escuchar. Se precisa respeto, interés hacia el que habla; se atiende para entender. Se manifiesta en el empeño por “hacerse cargo.” La escucha es esencial en la familia y en la amistad.
En cierto sentido, la escucha es una donación; uno ofrece intimidad, el otro da acogida. Polaino aporta cuestionarios de auto-evaluación, que permiten valorar rasgos externos y que ayudan a reflexionar. Salvo una breve referencia al trabajo en equipo en el entorno profesional, se ciñe al diálogo interpersonal en el matrimonio, con los hijos, con el médico o el profesor.
La soledad es uno de los males que afligen a la sociedad actual. Muchas conversaciones se plantean de manera conflictiva. Hay personas que no escuchan porque están en su burbuja mental. La rigidez mental, o una cabeza tan llena que no le cabe nada, son otros posibles obstáculos. Además está el egotismo que lleva a hablar sólo de uno mismo. Hay padres que comienzan con un “tenemos que hablar” y que suelen acabar lanzando un discurso al hijo, lo que no supone auténtico diálogo. Polaino considera que para escuchar de veras a un adolescente es preciso que el joven hable el doble que el adulto.
Sobre los profesionales de la escucha, como psiquiatras y profesores, señala que necesitan la suficiente cercanía que facilitela confianza y el distanciamiento emocional para no salir herido de cada conversación que trate de cuestiones dolorosas. Tras el capítulo dedicado al silencio necesario para la escucha, dedica un apartado a la dimensión trascendente. Sin mencionar expresamente el término oración, se pregunta si sabemos escuchar a Dios. El libro facilita las suficientes pistas como para que el lector pueda establecer puntos de mejora personal.