El coronel Pedro Baños, experto en geopolítica y estrategia, y asiduo en los medios de comunicación españoles, reúne en este libro investigaciones y trabajos de los últimos años. Es una obra de amena lectura y está salpicada de ejemplos históricos y actuales, dirigida a un público amplio, pero también valiosa para alumnos y profesores.
Así se domina el mundo se ajusta perfectamente a las tesis de la escuela realista de las relaciones internacionales, en la que podrían encuadrarse Tucídides, Sun Tzu, Maquiavelo, Hobbes, Marx o Weber, pues su principal lección es que los actores internacionales, sean Estados o no, actúan exclusivamente en función de sus propios intereses, que suelen enmascarar en ideologías políticas o económicas.
Poder y dominio, directo e indirecto. Esto es lo que, según el autor, caracteriza al escenario internacional de hoy y de siempre. Para conseguirlo, todos los medios son válidos. Incluso llega a señalar que la hipocresía constituye el principio rector de la geopolítica. No es exagerado, por tanto, hablar de un mundo hobbesiano en el que el mejor de los consejos es confiar tan solo en las propias fuerzas. La conclusión evidente es que no existen ni buenos ni malos, pues todos buscan su interés, y en estos momentos el control por los recursos económicos representa el principal de los combates. Pero, además de las guerras económicas, el autor subraya la importancia de las llamadas guerras híbridas, en las que se combinan desinformación, uso de las nuevas tecnologías, terrorismo…
Probablemente la siguiente frase de Baños defina muy bien la esencia de esta obra: “No hay teorías de la conspiración, sino realidades de la conspiración”. Sin embargo, más allá de este enfoque, resultan valiosas algunas aportaciones didácticas que Baños entresaca de la historia y de la actualidad, y que deberían ser tenidas en cuenta por los dirigentes políticos. Estos no han de ignorar las peculiaridades culturales de los pueblos, ni minusvalorar el papel de los adversarios supuestamente más débiles, ni pretender controlar el futuro, aunque en realidad nadie está preparado para lo inesperado; tampoco deben confiar en vencer con rapidez y sin apenas pérdidas, ni despreciar las religiones u ofender a sus fieles…
Pero acaso la verdadera raíz de los problemas resida en la naturaleza humana, y solo así se entiende que el libro finalice con una exposición de los siete pecados capitales aplicados a las relaciones internacionales.