¡Ay Europa! reúne una selección de artículos en los que Jürgen Habermas reflexiona sobre diferentes cuestiones de actualidad. Todos ellos continúan la línea de la política deliberativa a la que llegó el autor tras un recorrido por la sociología y la filosofía contemporáneas y que terminó con una teoría postmetafísica basada en la comunicación humana. De ahí que haya dado tanta importancia en sus escritos a la función del espacio público y a la necesidad de promocionar una ciudadanía participativa e influyente.
En el análisis de la Unión Europea, que ocupa la mayor parte del libro, Habermas aplica estas ideas para denunciar el déficit de legitimación de una Europa que, a su juicio, ha emprendido el camino del neoliberalismo y la tecnocracia. No le falta razón al afirmar que el principal obstáculo para la unión política es el alejamiento entre élites oficiales y sociedad civil.
Es urgente, sostiene Habermas, emprender un debate sobre la finalidad de la unificación y transformar la perspectiva de la integración económica en una política. Para ello, es necesario conformar una identidad común y reforzar los lazos entre los estados nacionales. Tanto desde arriba, por parte de los políticos, como desde abajo, la sociedad civil y los espacios de discusión pública, se han de aunar esfuerzos. En este último caso, la idea no es conformar un “espacio europeo”, sino abrir los diferentes espacios públicos nacionales.
Las propuestas de Habermas pueden parecer ilusorias, pero en cierto sentido son coherentes con su modelo político. Habermas separa el Estado de la sociedad civil, pero entre ambos coloca la esfera pública, encargada de formar los intereses comunes y trasladarlos al ámbito del poder. No es de extrañar que en ocasiones se refiera a la tarea de “domesticar” el poder político con los recursos, intuiciones y filtros del espacio público. En todo caso, su modelo se sustenta sobre el potencial de racionalidad inherente a los discursos.
Al hilo de todo esto se incluye un artículo sobre las sociedades postseculares. También para Habermas las teorías de la secularización ya no resultan válidas (ver Aceprensa 39/09). Como en otras ocasiones, recuerda que las intuiciones religiosas han sido y son importantes para ofrecer sentido y conformar la identidad ciudadana. A diferencia de los que denomina “secularistas”, la postura de Habermas se dirige a la colaboración entre las creencias, la filosofía y la política y la puesta en marcha de procesos de aprendizaje recíprocos.
Con independencia de la valoración que merezca la teoría política y social de Habermas, sus ensayos siempre son interesantes y constituyen una referencia intelectual imprescindible. También es importante destacar el esfuerzo interpretativo que hace de la obra de otros autores (Rorty, Dworkin, Derrida, en este caso).