Destino. Barcelona (1994). 235 págs. 1.900 ptas.
Al cumplirse 50 años del nacimiento del Premio Nadal, en 1944, también como entonces ha sido concedido a una mujer y a una novela con protagonista femenina. Para mayor coincidencia, ésta lleva el mismo y poco frecuente nombre: Andrea.
Coinciden además Rosa Regàs y Carmen Laforet, la autora de Nada, en su poca experiencia como novelistas, aunque en Laforet se debiera a su juventud y, en cambio, Rosa Regàs, nacida en 1933, sea una vocación tardía en el terreno narrativo. Sin embargo, su nombre siempre ha estado ligado al mundo de los libros; primero en la editorial de Carlos Barral y luego de modo independiente, al fundar La Gaya Ciencia. Tras el final de esta editorial, trabajó en Ginebra como traductora de organismos internacionales. Así fue como publicó su primer libro, una guía sobre esta ciudad suiza, aparecida en 1988. Tres años después publicó su novela Memoria de Almator, que cuenta, como Azul, con un personaje principal femenino, de mediana edad y con problemas afectivos tras haberse divorciado.
Ahora el reconocimiento le ha llegado con la historia de un crucero marítimo por las islas griegas, en un barco particular a bordo del cual viajan un tripulante y dos parejas procedentes de Barcelona. Una avería en el motor del yate les obliga a permanecer dos días en un pueblo casi abandonado. Allí, aburridos y abrumados por el calor, los protagonistas dejan estallar una serie de conflictos latentes que alcanzan caracteres trágicos.
La trama se desdobla en dos objetivos argumentales. Como el título sugiere, la continua presencia del mar y el cielo mediterráneos, con el esplendor de su luminosidad estival, influye de modo decisivo en la acción. Enmarcado por ambos, aparece el estudio psicológico de los protagonistas: un brillante y rico productor de cine, de mediana edad; un escritor de guiones algo más joven que ha obtenido éxito gracias a él; y la mujer de éste, divorciada anteriormente y que, sin que su marido lo supiese, siempre estuvo enamorada del productor. El tripulante y la compañera ocasional que completa el cuarteto de viajeros no tienen ninguna relevancia en lo que no es sino un típico triángulo amoroso, concebido de modo muy convencional.
El argumento es en sí mismo poco original, y la acción externa se compone, dentro de unos límites de espacio y tiempo muy reducidos, de sucesos apenas importantes. Sin embargo, el horizonte narrativo se amplía con referencias retrospectivas que explican cómo han llegado a conocerse y a estar unidos entre sí los protagonistas. Estos vínculos y la introspección que realiza el marido de Andrea, dan a la obra una perspectiva más abierta en el plano psicológico. El relato se completa con abundantes descripciones de ambientes y paisajes, en los que contrastan la claridad azul de la atmósfera y el agua con la siniestra oscuridad de las callejuelas de la localidad donde está atracado el yate. La descripción de un alucinante paseo nocturno a través de ellas, realizado por uno de los personajes, es uno de los momentos mejores de la obra.
Lo que más destaca en la novela es su cuidada elaboración formal. Sin embargo, este trabajado estilo provoca cierta falta de espontaneidad expresiva, y la falta casi total de diálogos produce un efecto de acumulación barroca que resta fluidez a la lectura.
Entre logros y vacilaciones, el Nadal de 1994 no es de los más brillantes de este medio siglo de trayectoria ininterrumpida, pero tampoco queda muy por debajo de ellos. Quizá, aparte de su preocupación estilística, lo que ha atraído la atención del jurado es la crítica de la falta de autenticidad de unos típicos representantes de la burguesía actual. Aun cuando a veces caiga en recursos efectistas no muy convincentes, el testimonio del agotamiento a que han llegado unas actitudes liberales y permisivas resulta interesante por su lucidez.
Pilar de Cecilia