Con su primer poemario, Bancos de arena, Juan Meseguer (Madrid, 1981) ha obtenido uno de los dos accésits del premio Adonáis de 2005. Se trata de un libro ameno, escrito con sentido del humor, quizá menos literario que los de Carlos Vaquerizo (ganador del premio, ver Aceprensa 39/06) y de Raquel Lanseros (el otro accésit), pero que tiene la frescura de lo auténtico, de lo vivido. El poeta es un observador de lo cotidiano, que unas veces mira con asombro, otras con ternura y otras con ironía, pero nunca con desgarro ni con cinismo.
Los poemas son generalmente breves, de ritmo ágil, con predominio de formas verbales y sustantivas, en los que se parte a menudo de un suceso en apariencia intrascendente (“Últimamente callas demasiado. / Las cosas no van bien, / intuyo…”), para establecer un distanciamiento que permita analizar críticamente la cultura presente. Una poesía con un poso sosegado de ternura, de aprecio por lo noble y verdadero y de rechazo de lo falso y superficial.
Con voz a menudo epigramática, como quien no quiere la cosa, el poeta va suscitando de trecho en trecho preguntas sobre las cuestiones esenciales, con una fuerte crítica del racionalismo relativista vigente –al que alude el título del poemario, tomado de una frase del teólogo Urs Von Balthasar–, y del consumismo empobrecedor.
Los poemas más irónicos suelen tener un final sentencioso, muy expresivo, con el que se interpela al lector. Valga como muestra el poema Tragedias: “Te estás quedando solo, / sin amigos. / Te estás quedando amargamente solo, / dices. / Solo / que no es verdad. / Lo que pasa es que el hombre, / puesto a inventar tragedias, / es / patético”.
Aunque el verso es libre, abundan los endecasílabos, que marcan la pauta rítmica de bastantes poemas. Vienen bien esas dosis de humor inteligente en el panorama literario actual.