Zygmunt Bauman solía afirmar que su historia personal no tenía nada de relevante respecto a las de otros de su generación. La afirmación es cierta, aunque posiblemente argüía eso porque, como intelectual, deseaba ser conocido por sus aportaciones científicas al análisis de las sociedades. Apoyándose en numerosos textos, Izabella Wagner presenta una biografía en sentido estricto (no una biografía intelectual) sobre el sociólogo que acuñó la conocida expresión “modernidad líquida”, tan empleada y certera.
Wagner opta por arrojar luz sobre los episodios menos conocidos de la vida de Bauman, los que precedieron a su traslado y establecimiento definitivo en Leeds, donde, ya entrada la etapa de la jubilación, iba a llegarle el reconocimiento internacional. La opción es oportuna, porque ofrece el contexto para comprender algunas opciones tomadas por Bauman que han sido objeto de enjuiciamiento y descalificación.
El relato comienza con un niño judío, que padece discriminación y no puede cursar a estudios superiores, en un país que estaba construyendo su identidad en torno al catolicismo. El estallido de la Segunda Guerra Mundial, con el avance de las tropas nazis sobre Polonia, le obligó por primera vez al exilio, en la Unión Soviética, donde encontró facilidades para estudiar. Esto le llevó a adherirse al comunismo y a emprender una carrera militar en la que el ascenso fue tan rápido como la caída. En las purgas antijudías, Bauman manifestó reticencias cuando le encargaron informes comprometedores.
Después de la guerra regresó a Polonia e inició su carrera académica en la Universidad de Varsovia, donde se adhirió al humanismo social que impulsaba Julian Hochfeld. Era una corriente de pensamiento que, por su énfasis en la libertad de los ciudadanos, necesariamente iba a provocar el choque con el régimen. Este es el motivo de la decepción de Bauman –y de sus colegas, Leszek Kołakowski entre ellos– con el comunismo, de su abandono del partido y de la vigilancia y hostigamiento que desembocan en su segundo y definitivo exilio.
Bauman pasó por Israel antes de asentarse en el Reino Unido y alcanzar fama mundial en los noventa, ya jubilado, como teórico de la modernidad líquida. Quizá su vida tenga algo de excepcional. En efecto, no solo resume los grandes dramas del siglo XX; también muestra a un intelectual que ha conocido directamente los dos extremos de la división de poder. La narración permite comprender las razones del énfasis de Bauman en temas como la comunidad, la igualdad y la justicia; o la importancia que atribuyó a la existencia de una ciudadanía crítica y activa que mantuviera bajo control al poder. Al igual que el amplio corpus de publicaciones de su larga y productiva vida, el relato de su itinerario existencial no dejará al lector indiferente.