La literatura protagonizada por adolescentes es abundantísima -podría formar casi un género aparte- y ha dado obras de indudable calidad que a menudo han influido en muchas generaciones. Alessandro D’Avenia es un italiano de treinta y dos años, doctor en Filología Clásica, profesor de un colegio y guionista. El éxito en Italia de su primera novela le ha abierto las puertas a la traducción a diversos idiomas.
Leo es un mal estudiante, pasota, buen deportista, desorientado, nada idealista, que tiende a culpar de todo a los demás y siente una especial inquina por los docentes, a los que considera parásitos, inútiles y fracasados. En primera persona, nos cuenta un año de su vida: las clases en el instituto, las relaciones con sus padres, el campeonato de fútbol con el equipo del colegio… y dos hechos que transformarán sus ideas y su conducta: la llegada de “El Soñador”, un profesor distinto, ante el que poco a poco sus manías y aversiones irán cambiando, y el enamoramiento de Beatrice…
El argumento es semejante al de otras novelas del género, pero con un ritmo ágil, buenos diálogos y un lenguaje cercano al de la gente joven, que, con el desarrollo de la acción, se va enriqueciendo como la vida del protagonista. El autor ha elaborado una trama a la que no faltan sorpresas ni tensiones y que da pie a que los protagonistas se planteen, de un modo nada forzado, las grandes cuestiones a las que nadie puede ser ajeno y cuya respuesta influye decisivamente en los comportamientos: Dios, el amor, el dolor, el bien y el mal, la muerte, la familia, la amistad, el sentido de la existencia…
Blanca como la nieve, roja como la sangre gustará a la gente joven, pero me parece muy recomendable también para padres y para profesores, pues ayuda a afrontar los problemas de la adolescencia de un modo valiente y atractivo, con miras altas que contrastan con la mediocridad individualista que algunos pretenden imponer. En las aulas, puede dar pie a interesantes y enriquecedores debates.