Alianza. Madrid (1994). 643 págs. 1.500 ptas.
Hace unos meses vio la luz esta obra en libro de bolsillo, que ha encontrado una extraordinaria acogida entre el público español.
Los artífices son dos historiadores, uno de ellos -García de Cortázar- catedrático en la Universidad de Deusto. Declaran su intención de mostrar una síntesis histórica con «carácter interpretativo», cosa que no se logramás que a medias. Podríamos calificarlo como libro de divulgación de altura, bien escrito, aunque con imprecisiones que, a veces, muestran una base teórica un tanto confusa o excesivamente flexible (sobre todo en el empleo que hace de términos como clase y estamento, intereses de clase, capitalismo, burguesía…).
El hilo conductor de la obra es describir los jalones por los que se fue formando España como comunidad inacabada; los puntos de encuentro y separación de los pueblos y culturas que habitaron la Península, sus lazos y características comunes, que no pueden ocultar las peculiaridades de cada uno. Es de elogiar el tratamiento desapasionado de la cuestión nacionalista.
Aunque hay explicaciones de fenómenos concretos, se aprecia falta de unidad en la forma de tratar los diversos temas. Llama la atención la ausencia de las típicas teorías de hace unos años, que cabría esperar en un trabajo que pretende ser interpretativo.
Destaca la ambigüedad con que se aborda el siglo XIX y el primer tercio del XX: la revolución burguesa se intuye entre líneas, pero no se trata directamente, resultado del abandono generalizado de esquemas explicativos bastante cuestionados. Más llamativo aún es el espacio dedicado al movimiento obrero en ese mismo periodo: apenas cuatro páginas, que contrastan con las innumerables publicadas en los últimos decenios.
La falta de unidad es apreciable también en el tratamiento de los diversos periodos. La atención se vuelca hacia un aspecto u otro, con una distinción excesivamente rígida en algunos momentos, y con bastantes desequilibrios. Por ejemplo, el relato de los acontecimientos de la baja Edad Media agobia al lector; por su parte, la economía del XIX es agotadora, por el excesivo detalle, pareciendo el resto un apresurado relato periodístico. La descripción, más que explicación, de la estructura y cambio social de cada periodo es bastante pobre y, a veces, simple. Y las mentalidades destacan casi siempre por su ausencia. Los temas culturales, en cambio, reciben en líneas generales un trato aceptable.
A la Iglesia se dedica bastante espacio, en el que no faltan tópicos, probablemente por hablar de ella casi siempre como institución monolítica, donde no se aprecia variedad y sólo hay deseo de poder. A pesar de todo, esta síntesis se lee con gusto (hay páginas con tensión lograda, como las dedicadas a la guerra civil española) y cabría calificarla como un buen manual.
Guillermo F. Álvarez