EUNSA. Pamplona (1995). 108 págs. 1.250 ptas.
José Manuel Mañú presenta en poco más de cien páginas un compendio de orientación familiar. Convencido de que en educación no hay fórmulas mágicas, sino que todo es fruto de la coherencia de los miles de actos educativos de los padres, invita al lector a un recorrido por los aspectos básicos de la educación de los hijos.
Dedica el primer capítulo a la educación en los valores: sinceridad, generosidad, laboriosidad… Hay que cultivarlos desde edad temprana. Para ayudar eficazmente a los hijos, además de la coherencia y la coincidencia de criterio, se han de hacer los «trajes a medida» para cada hijo, se les ha de dedicar tiempo para crear hábitos, hay que exigirles y exigirse, adelantarse y prevenir, dejar actuar y tener paciencia, sin pretender resultados inmediatos.
La relación familia-colegio ocupa la segunda parte del libro. El autor invita a los padres a elegir bien el centro educativo para sus hijos y a no dejarlo todo en manos del colegio, porque gran parte del rendimiento escolar depende de los padres: en concreto, de su contacto con el colegio y de su actitud con los hijos. La escuela y la familia se refuerzan mutuamente.
En tercer lugar, Mañú repasa algunas «situaciones concretas», como el comienzo de la universidad, las vacaciones, el aprendizaje de un oficio, el inicio y el final de curso. En esos momentos es necesario un tiempo de reflexión y de conversación entre el marido y la mujer para analizar la mejor forma de ayudar a los hijos.
El libro acaba con algunas pinceladas orientativas sobre los problemas matrimoniales, la autoridad y el cariño en la familia, los amigos de los hijos, las actividades extraescolares, la comunicación entre padres e hijos y la convivencia con los abuelos. Atender a estos últimos, en el caso de encontrarse enfermos, puede ser muy educativo tanto para los hijos como para los nietos, y una ocasión para enriquecerse moralmente. De esta pequeña guía, se puede extraer una gran lección: en la educación de nuestros hijos ninguna acción resulta indiferente, y nunca se pierde nada de lo que se hace.
Carlos Goñi Zubieta