Ed. Gustavo Gili. Barcelona (1985). 115 págs. Ed. or.: Universidad de Cambridge (1983). Traducción.: María del Mar Moya i Tasis.
«T odo el mundo quiere entender el arte. ¿Por qué no intentar entender el canto de un pájaro? ¿Por qué se aman la noche, las flores, todo lo que nos rodea, sin intentar entenderlos? Pero en el caso de una pintura la gente tiene que entender. (…) Quienes intentan explicar las pinturas andan muy desencaminados». Esta seria afirmación de Picasso deja una difícil papeleta a los que intentan introducir a algunos desencaminados en los misterios de la pintura. Desde luego, la frase termina con los gurús y con las «cátedras» de baratillo.
Ciertamente, a mirar se aprende mirando…, pero no sólo. Y ahí empieza lo complicado. ¿Por dónde entrarle a la pintura? ¿Por los estilos, siguiendo un orden cronológico? Es difícil abrir brecha en terreno tan complejo, trampeado de significados ocultos, revestido de su jerga, salpicado de mitología, iconología, simbolismo, historia…
Cuesta encontrar buenos libros capaces de introducir a la pintura de forma divulgativa pero rigurosa. Hay algunos ejemplos de esforzados profesores. Cómo mirar un cuadro es uno de ellos. Susan Woodford, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Londres, presenta un texto conciso y bien ilustrado, que yuxtapone ideas e imágenes.
El libro también podría titularse Cuatro maneras de mirar un cuadro. Y subtitularse …y algunas más. Porque en el primer capítulo presenta esas cuatro maneras de mirar que llevan a preguntarse: cuál es el objetivo de un cuadro concreto; qué nos dice de la cultura en que se produjo; cómo es su parecido con la realidad, si la cuestión es pertinente; cómo se utilizan las formas y colores para crear estructuras dentro del cuadro.
En los doce capítulos siguientes, a través de los géneros, de la representación del espacio, de la interpretación iconográfica, la utilización de composiciones anteriores…, se aplican esas cuatro maneras a la vez que se descubren otras.
La edición original de este libro es de 1983, y las sucesivas reediciones indican que sigue siendo útil a un público muy diverso. La obra de Susan Woodford es sobre todo es una invitación a mirar. A quien se atreva a hacerlo no cabe más que desearle mucho ánimo. Y ándese con ojo, que también decía Pablo Picasso: «Sí, el arte es peligroso».
José Ignacio Gómez Álvarez