Uno de los personajes más relevantes de la historia contemporánea española es el malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Su legado, además, ha supuesto una inspiración para casi todos los políticos de corte conservador en España: una dosis de realismo y de moderación, otra dosis de imperio de la ley y de jerarquía, una visión monárquica pero, antes que nada, nacional… Cánovas compendia casi todo a lo que, aún hoy, aspira un conservador o liberal en España, e incluso en otros países de parámetros culturales semejantes.
De ahí la relevancia de este volumen coral, en el que cada uno de los colaboradores aborda una faceta o un periodo de la vida y obra de Cánovas, de tal modo que el libro funciona con bastante fluidez, adecuadamente engarzado y sin apenas disonancias, y tampoco sin acumulación de redundancia argumental. La perspectiva diacrónica ahonda en todo tipo de aspectos. Este planteamiento ayuda al lector a conocer los diversos aspectos no sólo de la persona de Cánovas –por ejemplo, su ceceo malacitano, su carácter, sus rasgos identificativos que sobrepasan a la figura acartonada con que algunos lo definen–, sino también de su época –verbigracia, la pervivencia del esclavismo en la América hispana hasta fechas demasiado cercanas al fin del dominio español en Cuba–. Por tanto, el libro supone una guía de asuntos que, en muchos casos, están insuficientemente explicados en la historiografía común relativa al siglo XIX español. Siglo sin el cual no se puede atisbar lo que suponen el XX y el XXI.
Este aprovechamiento, esta vinculación del siglo XIX con nuestro tiempo es uno de los valores de este estudio que sitúa a Cánovas en su contexto, y la época de Cánovas dentro de su enorme peso gravitacional. Al leer esta obra, se columbra por qué su figura sigue siendo actual: su idea de España y del equilibrio y contrapeso de poderes; la Corona como una magistratura histórica, no electiva, y al servicio de la nación; las Cortes como elemento protagonista de la soberanía nacional; la postura intermedia entre reacción y revolución, entre inmovilismo y progresismo, entre oposición y colaboración; la repulsión que debe causar la política rupturista, la demagogia y el militarismo; la necesidad de una postura pragmática y atenta a los problemas reales del país y la sociedad; el gobierno como elemento de corrección y de integración; el Estado, en fin, como garante del orden y también de la libertad.