Tusquets. Barcelona (2003). 404 págs. 20 €.
Desde hace unos veinte años se ha ido afianzado la idea de que el capitalismo ha sido el gran triunfador en esa hipotética batalla contra el socialismo, que en cierto sentido ha constituido gran parte de la historia ideológica y política del siglo XX. Bajo esta visión subyace la idea de que la sumisión a unas supuestas fuerzas objetivas y espontáneas del mercado constituye el único fundamento sólido de un orden social y político capaz de generar un continuo aumento de las riquezas. Según este planteamiento, el capitalismo sería un sistema de ideas en el que quedarían sintetizadas de manera neutral y científica las aspiraciones egotistas más profundas de la naturaleza humana. Cualquier intento de proponer la convivencia humana sobre otras bases distintas a esas supuestas tendencias naturales del hombre estaría condenado a la ineficiencia y el fracaso.
No tiene nada de extraño que dentro de ese pesimismo conformista que se ha establecido en los ambientes intelectuales ideológicamente derrotados, y de modo especial en esa escuela de laborismo moderado que desde su fundación ha sido la London School of Economics, haya surgido un libro como el de Turner. No hay que olvidar que su actual director, el sociólogo Anthony Giddens, ha sido el principal inspirador de esa especie de laborismo de mercado que se conoce como «tercera vía», y que se supone es la principal fuente de inspiración del programa político de Tony Blair.
Turner comienza por reconocer la inevitabilidad del triunfo del capitalismo, y su indiscutible eficacia en la generación de riqueza. Pero la tesis fundamental de su análisis es que siempre será necesaria una intervención inteligente de un Estado eficiente, capaz de corregir la inevitable tendencia del capitalismo a maltratar, aunque sea de modo temporal, a los más pobres y débiles. Una propuesta que no queda más remedio de calificar de puro emotivismo, ya que en el fondo no es más que una vuelta a las viejas y fracasadas ideas ilustradas de que el único modo de corregir un mecanismo ciego, como el mercado, sería mediante otro mecanismo todavía más ciego, como es el Estado moderno.
El principal problema de libros como el de Turner es que hablan y discuten del capitalismo como si efectivamente se tratase de un sistema de ideas perfectamente establecidas, cuando la realidad es que casi nadie sabe precisar la naturaleza exacta del capitalismo. A la hora de la verdad, no es lo mismo el capitalismo de California que el francés, o el capitalismo japonés que el que se vive en la Lombardía italiana. De tal modo que, al carecer de un sólido enfoque doctrinal y teórico, los libros de este tipo se limitan a una descripción de síntomas dispersos, a partir de los cuales se pretenden enjuiciar los graves problemas que afectan a nuestra sociedad.
De forma periodística y amena, con gran manejo de información, y muy orientado a políticos y periodistas, el libro de Turner compara las debilidades y fortalezas de los diversos tipos de capitalismo existentes, y esboza posibles remedios políticos. Se detiene en exponer problemas como el desempleo, la quiebra de la seguridad social, el ecologismo, la globalización de las finanzas, etc. Descripciones interesantes, y soluciones sugerentes, pero que por carecer de adecuado fundamento podrían ser explicadas como hace Turner, o de muchas otras maneras, no sólo distintas, sino en algunos casos incluso divergentes. La solución a los problemas que de modo tan gráfico y ameno describe Turner no es asunto pragmático y tan simple como sugiere.
En ningún momento Turner se plantea la necesidad de un sentido más pleno de la acción humana. Mientras se mantenga, como hacen liberales y socialistas, que la función del hombre sobre la tierra puede ser encerrada en un enfoque estrictamente materialista, no sólo hay peligro de fracaso teórico a la hora de explicar cómo funciona la economía, sino que, por paradójico que pueda resultar, se puede obturar la misma posibilidad de generar la riqueza.
Sin ser original, y sin proponer una solución innovadora, el libro de Turner resulta interesante si se desea conocer cuál es la perspectiva dominante sobre estos temas en el seno de los partidos socialistas europeos. En cualquier caso, se trata de una visión «blanda» de esos problemas, que pretende, mediante una voluntarista mezcla de eficiencia de mercado y redistribución fiscal, dar nueva vida a la agonizante ideología socialista.
La pobreza intelectual de planteamientos como los de de este libro hace cada vez más urgente la tarea de una reconstrucción de las teorías de la sociedad, y de la economía. Para eso es necesario partir de supuestos antropológicos muy distintos a los que han alimentado al socialismo y al capitalismo.
Miguel Alfonso Martínez-Echevarría