Hay un momento, en el último relato de este libro, en que el responsable de un teatro de títeres afirma: “Por cierto que es una gran ventura poder transformar los acontecimientos en historia. Tal vez es la felicidad más perfecta que un ser humano puede alcanzar en la tierra”. Para desgracia de sus lectores, Isak Dinesen (1885-1962) experimentó esa felicidad relativamente tarde, ya que no se dedicó por entero a la literatura hasta que se instaló en Dinamarca en 1931, tras vivir varios años en África junto a su esposo, un barón sueco del que se divorciaría en 1925.
De orígenes aristocráticos, Dinesen (pseudónimo de Karen Christence Blixen-Finecke) cultivó sobre todo el relato corto, con títulos como Siete cuentos góticos, Cuentos de inviern…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.