Se suelen cazar animales y no personas. Sin embargo, cuando nos referimos a los perseguidores de aquellos que apoyaron y engrasaron la maquinaria asesina de Hitler hablamos de cazadores de nazis o cazanazis. En este libro el antiguo corresponsal de Newsweek en Europa del Este, Andrew Nagorski, se pregunta si la captura de nazis, una vez finalizada la guerra, fue por afán de justicia o por venganza.
Los cazadores de nazis no formaban un grupo homogéneo y muchas veces competían entre ellos para lograr mayor protagonismo. Pero gracias a su tesón y a sus investigaciones, lograron que tanto los responsables del Holocausto como quienes colaboraron activamente con el régimen nazi fueran a juicio y respondieran de sus crímenes. Y lo hicieron venciendo muchas veces la desidia política y la falta de implicación de los gobiernos del momento, más preocupados por los avatares de la Guerra Fría.
En este sentido, resulta interesante conocer las trayectorias de Simon Wiesenthal y Tuvia Friedman, los más importantes impulsores de la persecución de nazis. Su trabajo impidió que muchos eludieran sus responsabilidades. Nargoski enumera los casos, narra sus pormenores y explica los incidentes que ocurrieron en la búsqueda de los criminales que simpatizaron con Hitler.
Como no podía ser de otro modo, se detiene en el proceso de captura de Adolf Eichmann en Argentina y en el debate intelectual que provocó el análisis de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal. El autor aborda cómo los servicios secretos israelíes buscaron información y la contrastaron, para llevar a cabo la famosa operación.
Al ser tantos los personajes, en ocasiones resulta complicado seguir el hilo conductor. Al comienzo del libro, sin embargo, se incluye una guía de nombres para facilitar la lectura. Por otro lado, Nargoski cae a veces en lo escabroso, como cuando describe las ejecuciones de los juicios de Núremberg, las violaciones del ejército ruso o los experimentos de Mengele.