En el “año de Darwin” (bicentenario de su nacimiento y sesquicentenario de El origen de las especies), Carlos A. Marmelada aporta una obra divulgativa pensada para el público juvenil. Esta biografía novelada da a conocer tanto a Darwin como el descubrimiento que le dio fama. El volumen incluye un cuaderno central con ilustraciones y una cronología.
Como se dirige a jóvenes, el autor se centra en la singladura a bordo del Beagle, que fue toda una aventura y suministra abundantes materiales novelescos. Al respecto se debe anotar que, pese a las licencias literarias exigidas por el género, el libro no inventa realmente nada, y todo está fundado en las fuentes documentales.
Además, el relato de los hechos sirve para ir perfilando la personalidad de Darwin que los capítulos de infancia y estudios esbozaron y los de la vida al regreso del viaje acabarán de trazar. Entre otros rasgos, destacan el rigor y la honestidad científica de Darwin, más ansioso de verdad que de reconocimiento, y su esforzada dedicación al trabajo. Su genio no se manifestó solo en la “chispa” que prendió la idea en su mente, sino sobre todo en la larguísima labor de verificar y afinar la intuición original. Pero no fue Darwin un “sabio distraído”: el afecto y la atención a la familia fue otro rasgo sobresaliente en él.
El retrato intelectual de Darwin se completa en el penúltimo capítulo, sobre sus posturas religiosas. Darwin pasó de creyente a escéptico, y el problema del sufrimiento y el mal acabó siendo para él una poderosa objeción contra la existencia de Dios. Pero nunca adoptó formalmente el ateísmo; más bien fue un agnóstico que no se atrevió a declarar la cuestión definitivamente cerrada. Y es oportuno anotar, como hace Marmelada, que Darwin no pensaba que la teoría de la evolución refutara el teísmo.
Esto último es examinado con mayor detalle por Carlos A. Marmelada en otra contribución suya al “año de Darwin”: El origen del hombre (col. “dBolsillo MC”, n. 789, Ed. Palabra, Madrid 2008, 73 págs.). Este folleto expone condensadamente el estado actual de los conocimientos sobre evolución humana. No cae en simplificación alguna, triunfalista o escéptica. Muestra que se ha averiguado mucho, pero los sólidos conocimientos adquiridos hacen ver más que antes la complejidad de la materia y cuánto queda por descubrir. Cosa que no es rara en ciencia.