Aunque Chesterton ha sido muy traducido en España, todavía no había aparecido esta semblanza dedicada a Charles Dickens –publicada en 1906–, para muchos el mejor estudio sobre la obra del escritor inglés. G. K. Chesterton (1874-1936) hace gala en este ensayo de sus constantes narrativas. No es esta una biografía en la que de manera cronológica se van describiendo los hechos del biografiado. Lo que más sobresale es su agudeza para abordar a la vez el carácter y la obra literaria de Dickens. Especialmente amenas son sus digresiones, ejemplos vivos de su capacidad para presentar con argumentos insólitos las verdades de sentido común.
Chesterton sale airoso de sus razonamientos con una cadena de pensamientos muy originales, sabiamente condensados en expresiones felices: «El optimista es mucho mejor reformador que el pesimista; el que está persuadido de que la vida es excelente, es el que más la modifica»; «Dickens es tan llano, que incluso los doctos exquisitos pueden entenderlo»; «Una obra de imaginación consiste a menudo en combinar las patillas de alguien que hemos visto en una calle con el delito que hemos presenciado en otra».
Al hilo de la narración habla de temas como la novela en cuanto género literario, la aparición del relato corto, la actitud parasitaria de algunos políticos, el optimismo victoriano, la esperanza en los jóvenes, la buena y la mala literatura, la exageración narrativa, los personajes secundarios, la importancia de los detalles en una narración, etc.
G.K. Chesterton fue poeta, ensayista, novelista y un crítico literario muy reconocido en su tiempo. De hecho, sus biografías de literatos fueron muy elogiadas, al igual que sus escritos apologéticos. Aunque no es imprescindible ser un experto en la obra de Charles Dickens, sí ayuda a saborear con más deleite la ingeniosa defensa que Chesterton realiza de su obra literaria, para él algo así como «una especie de grandes almacenes de todas las emociones humanas».