Perú es de nuevo fuente de inspiración para Mario Vargas Llosa. El título de Cinco esquinas alude a un emblemático barrio limeño, antaño elegante y actualmente territorio peligroso. Es un thriller sobre el periodismo amarillo ambientado en los años noventa, casi al final del gobierno de Fujimori, en una atmósfera de extorsión y miedo. La acción comienza con un toque de queda que obliga a dos amigas de la alta sociedad, Chabela y Marisa, casadas con el empresario Enrique Cárdenas y el abogado Luciano, a quedarse durante la noche en una casa. Entonces se enredan en una relación erótica que se mantendrá a lo largo de la narración.
El verdadero eje argumental arranca cuando Rolando Garro, director del semanario sensacionalista Destapes, publica unas escandalosas fotografías que comprometen a Enrique Cárdenas. Se desencadena una historia de chantaje que deriva en el salvaje asesinato de Garro y que hace recaer casi todas las sospechas en Cárdenas, que es detenido. El juego de las dos amigas se complica con un extraño triángulo amoroso y el exceso de secuencias de esta índole resta fuerza al trepidante ritmo de la intriga.
Por su parte, el que fuera mano derecha de Fujimori, Vladimiro Montesinos, aquí llamado el Doctor, se pone en contacto con la reportera de Destapes Julieta Leguizamion, apodada la Retaquita por su baja estatura, y la nombra directora de la revista a cambio de que silencie el clima de corrupción existente. Esta accede, pero en una vuelta de tuerca se lanza a una arriesgada operación por defender el honor de la profesión periodística.
El libro es un fresco coral y fragmentario de la situación sociopolítica de la época desde múltiples puntos de vista, con los que se logra un relato lleno de vitalidad. El autor domina esta técnica, así como el recurso de la discontinuidad y la simultaneidad en dobles planos muy bien pergeñados. El lector se encuentra con el característico lenguaje vargallosiano y sus descripciones coloristas, pero también con una carencia: falta finura en la definición de los personajes, que –a excepción de la Retaquita– están perfilados artificialmente. Cinco esquinas es una novela ambiciosa en intenciones, pero a su factura le falta un punto de reflexión.