Segundo capítulo de la recuperación de la figura de emperador bético, iniciada con Los asesinos del emperador. Se vuelve a repetir la fórmula de novela coral, esta vez en torno a tres ejes principales: las guerras dacias (principios del siglo II, punto de máxima extensión imperial hacia Oriente), el juicio del auriga y la vestal que mantienen relaciones inapropiadas, y las carreras de cuadrigas. Lo primero sirve para mostrar al Trajano gran gobernante; lo segundo, para zambullir al lector en la compleja red social del imperio, donde la religión tenía un papel muy diferente al que entendemos ahora; y lo tercero, para dar el toque de emoción y espectacularidad que atrae lectores.
El autor vuelve a mostrarse buen conocedor de la época y eficaz…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.