Rialp. Madrid (2006). 166 págs. 10 €.
Ana Marta González, profesora de Ética en la Universidad de Navarra, ofrece aquí una serie de claves conceptuales para conocer la enseñanza de Tomás de Aquino respecto de la ley natural. La importancia de esta doctrina radica en que permite ampliar el marco de comprensión de los problemas éticos básicos.
El primer capítulo de la obra proporciona el marco para ubicar la ley natural en el contexto de la rehabilitación de la filosofía práctica, inspirada principalmente en las nuevas interpretaciones de Aristóteles y de Kant. Los dos siguientes abordan la conexión entre el orden moral y la legalidad, y entre la ley natural y la razón práctica. Los tres capítulos restantes presentan los contenidos centrales de la doctrina de la ley natural a partir del análisis de los textos clásicos de santo Tomás. Desde esta perspectiva se examinan los bienes de la vida, la sexualidad y la convivencia social.
La autora considera que la noción de ley natural en santo Tomás se presenta como un concepto límite, el cual expresa la tensión de un pensamiento moral que, sin dejar de ser profundamente humano, conserva su apertura a la trascendencia. La ley natural constituye un binomio conceptual sugerente, pues lo natural revela la presencia de un principio intrínseco y la noción de ley nos remite a un principio extrínseco. Por ello, se afirma con propiedad que el hombre es el legislador legislado.
La comprensión cabal de los contenidos de la ley natural, según un planteamiento clásico, exige asumir la implicación recíproca entre ética y ontología. El caso del bien de la vida humana es singularmente indicativo de esta reciprocidad, pues en él el bien moral revela la presencia de un ser que es querido por sí mismo.
En efecto: «el hecho de que el hombre sea querido por sí mismo exige que su vida sea protegida de manera absoluta, a fin de que pueda cumplirla en plenitud» (p. 92). Esta exigencia opera incluso aunque la vida humana no haya manifestado todavía su racionalidad o nunca la llegue a manifestar. Por ello, se afirma que la vida humana no es un bien físico o pre-moral sino un bien moral.
Con todo, en el pensamiento de santo Tomás, la especial dignidad de la vida humana encuentra su expresión última en la enseñanza bíblica del hombre como imagen de Dios. El hombre es imagen de Dios por su inteligencia, libertad y dominio sobre sus actos. Sin embargo, la libertad del hombre no es absoluta: puede ponerse fines pero «esta capacidad suya descansa a su vez en el hecho de que su razón está ilustrada por unos primeros principios que no se ha dado a sí mismo, y en el hecho de que su voluntad está orientada, también por naturaleza, al bien en general. Ambos puntos son constitutivos de la noción tomista de ley natural» (p. 100). De este modo, parte de la singular relevancia que ofrece la noción de ley natural es su capacidad de condensar el sutil encuentro que la ética realista ofrece entre la creatura y su Creador.
Mario Silar