La cultura importa. Esta frase se puede leer como una reivindicación o como una afirmación. En Como el aire que respiramos, Antonio Monegal intenta persuadirnos de lo uno y de lo otro, o –mejor dicho– de lo uno por lo otro: debemos valorar y proteger las manifestaciones culturales porque, incluso antes de que cristalicen en “productos”, toda nuestra forma de participar y mirar el mundo es ya cultural.
Monegal parte de esta idea amplia de cultura, frente a otras descripciones que considera restrictivas, como la que la identifica con las realizaciones artísticas –y que el autor llama “patrimonial”– o la que considera que opera como marco normativo para un grupo: los modelos de comportamiento o de pensamiento que se convierten en canónicos.
No…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.