A través de esta extraordinaria recopilación de ensayos organizados en torno al estudio de “La Fiesta de Venus” de Tiziano, el autor plantea cómo el conocimiento del contexto en el que se creó una obra aumenta el placer que ésta nos proporciona. Victor I. Stoichita, nacido en Bucarest, formado en Italia, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Friburgo (Suiza), invita al lector a “interpretar para comprender, para degustar, para gozar”.
Analiza una serie de obras realizadas en épocas diferentes para hombres diversos desvelando en cada una de ellas alguna de sus “estrategias de seducción”. En los frescos de la capilla Scrovegni de Padua, realizados por Giotto, destaca el lenguaje narrativo: el pintor despliega sus cualidades de narrador decorando un ciclo monumental según las escenas del Evangelio. Stoichita advierte diferencias en la interpretación que del mismo tema hacen Duccio y Giotto. Éste invierte novedosamente el sentido de la lectura de derecha a izquierda, integra a Cristo en el relato, y con especial sensibilidad confronta a los personajes con un nuevo modo de narrar.
Stoichita descubre al autor como detalle en la obra “El Arcángel San Miguel”, del Maestro de Zafra, expuesto en el Museo del Prado, al señalar el reflejo de la figura del pintor frente al caballete en el escudo del Arcángel. Puesto que se muestra en el acto de pintar, lo relaciona con otras inserciones de artistas, como la de Jan Van Eyck en el “Retrato de los Arnolfini” en el espejo del fondo y Robert Campin.
Nos invita a saborear un cuadro desgranando la génesis y factura de la obra “La Fiesta de Venus”, de Tiziano, en el Museo del Prado. Basada en la descripción de Filostrato, Tiziano introduce innovaciones renacentistas que el autor desvela en un interesante estudio. El putto solo, que mira al espectador y su significado, invitando a comer su manzana, y la capacidad de transmisión sensorial de la obra nos ayudan a comprender las posibilidades de deleite que proporciona la contemplación del cuadro. Stoichita estudia el problema de la plasmación de lo irrepresentable; los artistas buscaron nuevos recursos para plasmar aquellos fenómenos que “no podían ser pintados” y que requerían soluciones en la práctica pictórica: el fuego, el rayo, incluso el sueño. En diferentes textos refleja la dificultad del nocturno y del fuego, muestra a Cristoforo Sorte interesado por el elemento puramente pictórico en contraste con Rafael, atento a la acción heroica, el drama humano.
La “paradoja del ángel” en la pintura de Caravaggio supone su pertenencia simultánea al mundo real e imaginario, dos niveles que el artista conjuga en sus obras con soluciones de claroscuro, pero también de proximidad. Contrasta dos versiones de Caravaggio y de Rembrandt, señalando cómo los primeros gestos evolucionan hasta llegar a una ligera línea de separación entre lo sacro y la realidad en su obra.
Un capítulo analiza la representación del negro y su dialéctica con el blanco en la pintura española del siglo XVII. Las claves que el autor proporciona para degustar un cuadro abarcan obras de Velázquez, Murillo, Rembrandt, Manet y Andy Warhol. La capacidad de interpretación depende del conocimiento de esas señales que posibilitarán el disfrute del arte.
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