Daniel Pennac (Casablanca, 1944), profesor de letras en un liceo de París y también novelista, ha conseguido convertir este ensayo sobre la lectura, cuya primera edición es de 1992, en un long-seller, un libro muy leído y comentado entre profesores y profesionales de la lectura. El punto de partida es su imaginativa experiencia como docente (que también se aprecia en su original novela Mal de escuela). Pennac sabe de lo que escribe, porque durante años su principal tarea ha consistido en intentar que sus alumnos adolescentes le perdieran el pánico a la página impresa y a escribir.
Para Pennac, en una frase muy citada y acertada, “el verbo leer no soporta el imperativo”. De ahí su rechazo a las lecturas obligatorias. En toda lectura tiene que haber un descubrimiento, y es el profesor quien tiene que facilitarlo en las aulas con imaginación. Porque se ha demostrado que es inútil hacer leer para que los alumnos resuman, comenten, sinteticen, busquen en el diccionario, subrayen… si no se logra despertar el gusto por la lectura. El libro concluye con un original catálogo provocativo, no de los deberes del lector, sino de sus derechos: el derecho a saltarse páginas, a no terminar un libro, a releer, a hojear, a leer en cualquier sitio…
El libro de Pennac, que se lee como una novela, huye de la pedantería y de la jerga ensayística (de ahí parte de su éxito). No hay ni disquisiciones ni interpretaciones profundas, ni estudios comparativos, ni avasallamiento de estadísticas. Lo que hay es un comentario íntimo, personal. Pennac ha conseguido que sus alumnos lean utilizando la imaginación, mostrando al libro más como un compañero de aventuras que como un ejercicio de habilidad, desmitificando también muchos de los argumentos con los que se asusta a los que no quieren leer libros.
Versión actualizada de la reseña publicada el 2-06-1993 sobre la edición de Anagrama, 1993, del mismo traductor.