Minúscula. Barcelona (2006). 292 págs. 16,50 €. Traducción: Juana de Sola Llovet.
«¿Qué me importa, a mí, paseante que marcha en diagonal por un avanzado día de primavera, la gran tragedia de la historia universal que recogen los editoriales de los periódicos?», se pregunta retóricamente en una de estas crónicas Joseph Roth, uno de los máximos escritores centroeuropeos de entreguerras. Nació en 1894 en la Galitzia oriental, en los confines del Imperio austrohúngaro, y murió en París en 1939, poco antes de que comenzase la Segunda Guerra Mundial. Roth estudió filología alemana en Viena y en 1920 se trasladó a Berlín para iniciar su carrera periodística, ciudad que abandonó en 1933 cuando el régimen de Hitler prohibió la publicación de sus escritos. A este asunto dedica el último artículo de esta antología, en el que realiza una defensa de la literatura judía y europea frente a la imposición ideológica de la cultura hitleriana.
Durante los años veinte y treinta, Roth escribió más de 1.300 artículos periodísticos, a la vez que crecía su prestigio como novelista con obras como «Hotel Savoy» (1924), «Fuga sin fin» (1927), «La marcha Radetzky» (1932) y «La leyenda del santo bebedor» (1939). No se trata, pues, de una actividad secundaria dentro de su trayectoria como escritor. Muchos de estos artículos aparecieron publicados en el prestigioso Frankfurter Zeitung, donde Roth aprendió a «decir en más o menos media página cosas que merezcan la pena». Sus artículos repasan la actividad social, política, filosófica de una ciudad que vivió en aquellos años su máximo momento de esplendor cultural. Eso no significa que a Roth le gustase Berlín. No son pocas las referencias en estos artículos donde no oculta su desapego a una ciudad «que la prisa convierte en insensible». Pero Roth conocía muy bien Berlín; además, como se aprecia en su estilo subjetivo, todos proceden de su observación directa, no de teorías. Habla del cine, los grandes almacenes, la industria del entretenimiento, los cafés, el ambiente literario, el tráfico, el ritmo de la ciudad… Por lo general, se muestra irónico y escéptico con los avances del progreso que derrumban el tradicional estilo de vida, quizás el tema más importante de su literatura.
También se aprecia un cierto tono nostálgico, aunque esto no supone ningún desprecio por un presente que Roth vivió de manera intensa y también trágica (sobre todo a partir de los años treinta). En estos artículos sobre el Berlín de los años veinte, Roth demuestra su alto concepto del periodismo como el mejor vehículo para recoger el espíritu de una época: «Yo no hago comentarios divertidos. Yo dibujo el rostro del tiempo. Y esa es la tarea de un gran periódico».
Adolfo Torrecilla