La inminente visita del Papa Benedicto XVI a Tierra Santa ofrece un redoblado interés a esta otra peregrinación periodística, realizada por el periodista italiano Michele Zanzucchi, director de la revista de los focolares “Città Nouva”. Zanzucchi ha recorrido la geografía islámica mediterránea durante los últimos años y lo ha plasmado en forma de libro-reportaje.
Desde Marruecos a Bosnia-Herzegovina, pero con especial atención en la atormentada Tierra Santa, (Palestina, Israel, Líbano, Jordania…), el autor va más allá de un mero relato sobre la dramática situación en que se sobreviven las minorías cristianas en estos países, y sorprende al lector con un mensaje de esperanza al describir con pasión la capacidad de resistencia de esas minorías y la forma en que afrontan la convivencia con las mayorías islámicas.
Así, Cristianos en tierras del Corán se convierte en un libro-testimonio en el que se alienta una esperanza en el diálogo islamo-cristiano que rompe con muchos tópicos de incomprensión. Bien es verdad que en algunos países, como Arabia Saudita donde está absolutamente prohibida la presencia de cualquier signo cristiano, no cabe siquiera hablar de convivencia, mientras en otros, como Marruecos, Argelia o Túnez, la presencia cristiana es casi anecdótica al reducirse a un jirón colonial que puede practicar sus creencias, siempre y cuando respete la prohibición de proselitismo.
En el Magreb árabe, donde la presencia misionera franciscana se remonta a siglos atrás, apenas hay lugar a sobresaltos. La convivencia se desarrolla dentro de un respeto mutuo, salvedad hecha de la actividad proselitista y, por tanto, delictiva, de algunos misioneros protestantes, y de los dramáticos episodios de fanatismo registrados durante la guerra civil de Argelia, donde fueron asaltadas varias comunidades de religiosos, entra ellas la del singular monasterio de Tibherin.
El capítulo dedicado por el autor a Libia ofrece una primera sorpresa al descubrir el interés del propio presidente Muammar El Gaddafi por fomentar el diálogo islamo-cristiano, lo que se ha plasmado en varias conferencias internacionales.
Preguntado por la conocida acusación de que la Iglesia Católica no evangeliza a los musulmanes, el obispo de Trípoli, monseñor Giovanni Martinelli, afirma que el primer anuncio del Evangelio no es la palabra sino el testimonio, el servicio al prójimo. Este mensaje se repite prácticamente en cado uno de los demás países visitados por el periodista, sobre todo en Egipto donde la minoría cristiana es más numerosa, así como en la propia Tierra Santa. “El obstáculo principal para la buena relación con personas de otra religión suele ser la ignorancia y por ello los cristianos deberían tener un mejor conocimiento del Corán para no cometer errores…”, comenta a este respecto monseñor Michael Fitzgerald, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y nuncio apostólico en Egipto, encargado por el Vaticano de las relaciones con la Liga Árabe.
Convivencia a pesar de los problemas políticos
Mucho más complicadas, por razones políticas, son las relaciones de los cada día más escasos cristianos palestinos e israelíes con las mayorías musulmanas y judías, pero en ellas no insiste demasiado el autor, quizá por ser bien conocido el laberinto de pasiones y odios que impide cualquier solución al conflicto del Cercano Oriente.
Se extiende mucho más en el intenso diálogo ecuménico, así como en describir la situación en Jordania, Siria y, sobre todo, Líbano y Turquía donde se dan muestran de una mayor convivencia a pesar de los problemas políticos. Lo que sobresale en estos relatos, en los que no faltan las visitas a templos y monasterios, reliquias de un esplendoroso pasado cristiano, muy anterior a la aparición del Islam, es algo que puede resultar todo un descubrimiento para los lectores católicos: la devoción que suscita entre cristianos y musulmanes la Virgen Maria, un polo común de atracción.
El recorrido final por los Balcanes, donde la presencia islámica y las divisiones cristianas han estado en el centro de las luchas políticas, es el que ofrece un panorama más desolador por estar aún abiertas las heridas de las distintas guerras de la antigua Yugoslavia. Las desigualdades entre comunidades, favorecidas por las soluciones políticas impuestas desde el exterior, como es, sobre todo, el caso de Bosnia-Herzegovina, envenenan aún más las relaciones religiosas, acentuadas por la permanente sangría de la emigración de católicos y los destrozos causados en centenares de lugares de culto.
Los católicos están así en minoría en todas partes sin que se le hayan reconocidos los mismos derechos que a musulmanes y ortodoxos serbios, ni siquiera para encontrar trabajo o espacios en los programas de televisión. A pesar de todo, el cardenal Vinko Pulijc, arzobispo de Sarajevo, asegura que los católicos están convencidos de que su misión principal es la de ser puente entre Oriente y Occidente.
Como colofón, Michele Zanzucchi envía al lector un mensaje de esperanza: la presencia cristiana en los países islámicos del Mediterráneo, tiene algo de único, irrepetible y profético, a pesar de sus dilemas, paradojas e incomprensiones.
Las palabras de un sacerdote maronita con residencia en Jerusalén, pueden resultar luminosas a este respecto: “Para que haya diálogo es necesario que antes exista una fe sin fisuras. El peligro no es el Islam: el peligro estriba en la debilidad de los cristianos”. Pues justo en no caer en esa debilidad, sino en reforzar la propia identidad, con respeto a las creencias del otro, es lo que están haciendo con su testimonio de fe y servicio esas minorías cristianas.