Marcia, Letty, Norman y Edwin trabajan en la misma oficina, con ocupaciones irrelevantes y vidas vacías. A excepción de Edwin, que es viudo, ninguno ha conocido el amor, ni una amistad que les llene. Se encuentran a medio camino entre un duro pasado que les hace agradecer una vida tranquila, enraizada en la comodidad y la soledad, y un entorno cuyo contraste con su juventud les hace vivir alienados y desorientados. Todos están rozando la jubilación y, a pesar de desempeñar un oficio irrisorio, dejarlo supone la desaparición de la rutina que daba estructura a su existencia.
Afinada con este cuarteto de vidas en el otoño de su existencia, la novela dignifica ese grupo de anónimas personas que, al marcharse, se apagarán en silencio sin que nadie les preste atención. Una obra con el dedo en el pulso de una generación realmente perdida, que se enfrenta a la soledad sin la capacidad de adaptarse a ningún cambio y sin la fuerza de voluntad o la ilusión para hacerlo. Sus protagonistas viven de espaldas a una sociedad de la que solo conocen su condescendencia, siendo empujados al desinterés y la desmotivación: ya nada esperan de la vida, ni la vida de ellos (y, en parte, están cómodos así).
Cuarteto de otoño supuso el regreso de su autora al estrellato. Fue premiada por la crítica y alabada por el público, que supo apreciar el cambio de su habitual comedia ligera a una obra costumbrista de prosa cuasi aséptica, diálogos aparentemente secos y vacíos, salpicados de matices de humor negro, y escrita con el mismo tono de las personas que retrata.
Barbara Pym (1913-1980) está considerada una de las escritoras inglesas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Escribió más de una docena de novelas, entre otras, Mujeres excelentes y Jane y Prudence; comedias la mayoría, hasta que luego cambió de registro con la obra que nos ocupa y con su diario, A Very Private Eye.