Cuentos completos. Vol. I (1880-1885)

Páginas de Espuma.

Madrid (2013).

1.090 págs.

39 €.

Varios traductores.

GÉNERO

La editorial Páginas de Espuma, especializada en el relato corto, acaba de publicar el primer volumen de los Cuentos completos de Antón Chéjov (1860-1904). Esta edición será la primera que reúna, en orden cronológico, los más de 600 relatos que escribió el autor ruso. En total aparecerán cuatro volúmenes, con traducciones ya consagradas, como las de Víctor Gallego y Jesús García Gabaldón, a las que sumarán otras nuevas de escritos inéditos en castellano, algunas realizadas por Paul Viejo, responsable de esta edición, autor de la introducción y especialista en literatura rusa. En general, Chéjov ha sido un autor bien editado y traducido, aunque las numerosas antologías publicadas de sus relatos suelen incluir los mismos títulos. Este proyecto editorial es, pues, una ocasión única de conocer la narrativa de Chéjov de principio a fin.

El primer volumen contiene 239 cuentos. De todos se informa de su fecha de publicación, título original, revista donde apareció, seudónimo empleado (hasta 1883 Chéjov no solía firmar con su verdadero nombre), diferentes versiones y anécdotas que pueden esclarecer su significado. Este tomo abarca de 1880 a 1885, es decir, los años de iniciación literaria, de los 20 –cuando Chéjov publica su primer relato, “Carta a un vecino erudito”– a los 25 años. Entonces Chéjov compaginaba sus estudios de Medicina con la dedicación esporádica a la literatura para ganar dinero con que pagarse los estudios y ayudar a su familia. La mayoría de estos relatos salieron en revistas satíricas y humorísticas de la época: “La libélula”, “Hojilla satírica rusa”, “Noticias del día”, “Fragmentos”, muy difundidas en esos años. Rápidamente, Chéjov consigue dominar la técnica y sus relatos aparecen frecuentemente en estas publicaciones, por temporadas a un ritmo frenético.

Los primeros relatos tienen un marcado tono humorístico y en muchas ocasiones se reducen a meros divertimentos formales. Pero poco a poco Chéjov gana en agilidad y soltura, aunque mantenga la ligereza temática, con un estilo desenfadado, quizás el mejor recurso para describir la Rusia de aquellos años. En 1882 preparó un libro con una selección de sus relatos, Travesura, pero al final no llegó a publicarlo. Sí logró editar, por cuenta propia, Cuentos de Melpómene (1894), que fue bien acogido en líneas generales y le dio cierta visibilidad, aunque estaba firmado con uno de sus seudónimos, A. Chejonté. A partir de entonces, Chéjov sigue siendo un escritor humorista, pero sus relatos ganan lentamente en realismo y profundidad.

Muchos de estos relatos primerizos son piezas humorísticas, deformaciones satíricas y parodias de diferentes autores y modas, pero en ellos ya está presente el inconfundible mundo y estilo de Chéjov. Hoy día sigue siendo considerado el gran maestro del relato corto contemporáneo. Su magisterio es evidente en escritores de todas las latitudes, desde su compatriota Maksim Gorki a Richard Ford, pasando por Horacio Quiroga, Katherine Mansfield, Raymond Carver y hasta los españoles Soledad Puértolas y Gonzalo Calcedo.

Los relatos de Chéjov suelen ser parábolas sobre la infelicidad basadas en las desencantadas vidas de personas cercanas y solitarias. El autor ruso se acerca con mucha piedad a una realidad siempre triste y con muchas aristas, huyendo de la grandilocuencia y la retórica y añadiendo sus dosis de pesimismo y pasividad, sin proporcionar respuestas. El escenario de sus escritos es siempre la Rusia de finales del siglo XIX, aunque consiguió trascender con su eficaz estilo las circunstancias históricas concretas en la que se mueven sus personajes para convertirlos –ahí radica su prestigio– en símbolos universales de la condición humana. De muy pocos escritores puede decirse esto. Relato a relato, Chéjov consiguió perfilar el rostro auténtico de una Rusia finisecular que muestra signos de cambio pero que todavía sigue en lo familiar y en lo costumbrista apegada a sus tradiciones.

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