Dentro del amplio magisterio de Juan Pablo II, muchos consideran que la aportación más audaz al pensamiento cristiano fue su Teología del cuerpo. En audiencias celebradas a lo largo de cinco años (1979-1984), Juan Pablo II desarrolló una exposición positiva del valor del cuerpo en su masculinidad y feminidad, la belleza de la sexualidad, y el sentido esponsal del cuerpo en el matrimonio y en el celibato. Fue, y sigue siendo, un enfoque original y profundo para redescubrir el auténtico valor del cuerpo y del sexo, un “valor no suficientemente apreciado”, como dijo entonces.
Estas catequesis no son sencillas, tanto por su lenguaje como por el modo circular con que Juan Pablo II se acercaba a los temas. Quienes tienen interés por entender la Teología del cuerpo pero nunca se han atrevido a enfrentarse con los textos originales en varios tomos, tienen en este libro de José Brage una buena introducción. Su labor, dice, ha consistido en resumir, eliminar repeticiones y agrupar por temas las ideas del Papa. Muchas frases son textuales, aunque no aparecen entrecomilladas para facilitar la lectura. Así ha procurado mantenerse fiel a las palabras de Juan Pablo II, incluso en la terminología empleada, sin sacar más conclusiones de las que él extraía. El punto de partida de estas catequesis de Juan Pablo II –afirma Brage– es siempre la Sagrada Escritura, pero se sirve de su antropología personalista para profundizar en la doctrina y sacar consecuencias muchas veces novedosas.
Las catequesis de Juan Pablo II se estructuran en seis ciclos, que dan lugar a otros tantos capítulos de este libro. El primero expone el designio original del Creador sobre el cuerpo, la sexualidad y el matrimonio. El segundo apela a la pureza de corazón para superar la concupiscencia y redescubrir el significado esponsal del cuerpo, una pedagogía en la que Juan Pablo II otorga un papel fundamental al pudor. El tercero se fija en el estado del hombre tras la resurrección de los cuerpos. El cuarto muestra cómo el celibato por el Reino de los cielos realiza la vocación original del hombre y de la mujer a la donación de sí por amor, de un modo distinto al matrimonio. El quinto reflexiona sobre la visión paulina del matrimonio como sacramento. Y en el sexto aplica toda esta doctrina para exponer las enseñanzas de la Humanae vitae de Pablo VI, sobre la fecundidad.
Para quienes creen que la Iglesia mira con recelo la sexualidad, puede ser un descubrimiento esta llamada a una visión más bella y más elevada del valor del cuerpo.