Mariano Fazio lleva años trabajando en una misma línea de investigación: cristianismo y modernidad. Fruto de ello son su Historia de las ideas contemporáneas y Cristianos en la encrucijada, en los que insiste en distinguir dos sentidos diferentes de secularización; por un lado, como un proceso de desclerificación, positivo en cuanto permite distinguir el orden natural y el sobrenatural; y, por otro lado, la secularización como laicismo, en el que se absolutiza la autonomía del hombre y se prescinde de toda instancia trascendente.
Siguiendo este hilo argumental, Fazio se ocupa en este libro de establecer cómo respondieron los papas ante las tendencias ideológicas y secularizantes del siglo XX. El hecho de comenzar con Benedicto XV no responde a una decisión casual: según Fazio, la I Guerra Mundial supone una quiebra con el pensamiento optimista que comenzó con la Ilustración. Junto con Benedicto XV, se agrupa el pontificado de Pío XI y Pío XII, porque a ellos les tocó enfrentarse a los ataques más virulentos contra la fe, durante las primeras décadas del siglo XX. Además todavía subrayan la importancia de la jerarquía en la labor de cristianización que requiere el mundo.
Tras la II Guerra Mundial y la convocatoria del Concilio Vaticano II, con Juan XXIII, hay una verdadera toma de conciencia de los aspectos positivos que conlleva la desclericalización, como se pone de manifiesto en la constitución pastoral sobre la Iglesia y el mundo moderno, la Gaudium et spes.
Si Pablo VI tuvo que enfrentarse a la difícil de tarea de gobernar la Iglesia en los tiempos del postconcilio, el magisterio de Juan Pablo II ha supuesto una nueva reflexión sobre la doctrina social de la Iglesia y ha llevado a que los cristianos se involucren en las realidades temporales. En este sentido positivo de la laicidad, que no excluye la participación y la influencia de la religión en la esfera pública, ha insistido, ya desde sus tiempos de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVI que no ha tenido reparo en dialogar con pensadores de otras tendencias y con representantes de culturas diferentes.
Fazio sostiene que el papel de la Iglesia en la denuncia de algunos errores antropológicos de la modernidad ha sido imprescindible y seguirá siéndolo en tiempos futuros. Por ello, anima al cristiano a oponerse públicamente al relativismo y a sus consecuencias, siendo, con el ejemplo de los papas, testigos de la verdad.