Anaya & Mario Muchnik. Madrid (1997). 290 págs. 2.100 ptas.
De buena familia, premio Campiello 1991, es como un paseo visual por la vida de una familia de clase media a través de unas lentes con distinta graduación: la de Clara, la hermana menor, ordenada, sumisa, guardiana de la tradición y de lo antiguo, y Virginia, la mayor, desenvuelta, rebelde y más frívola, que lucha contra lo establecido. Ambas confesiones, pedazos de vidas rotas que no logran encajar, nos desvelan detalles íntimos guardados en el tiempo por la incomprensión y el rencor.
La visión de Clara, en un monólogo interior en segunda persona para dar un mayor distanciamiento, nos presenta retazos de la primera infancia y adolescencia, el desarrollo y la disgregación de la vida familiar al ritmo de la evolución político-social, que se produce entre la Primera y Segunda Guerra Mundial en la zona del Alto Adigio tras su definitiva incorporación a Italia.
Ante este nuevo orden y el desasosiego que produce en la familia, Clara reacciona con el deseo de mantener la vida doméstica detenida en una realidad anticuada y, a la vez, escapando de ella en ensoñaciones sensuales y aventuras amorosas, rotas por el juego cruzado de su hermana. El relato de Virginia, en cambio, es una versión distinta de los mismos hechos, en los que se presenta como víctima de un orden moral hipócrita encarnado por el padre, en el que la apariencia y el buen tono eran el precepto principal. La infelicidad y sucesivos fracasos matrimoniales tienen su raíz en una vida familiar sin calor ni amor, dirigida por la doble moral de su padre, intransigente con ella y de oculta vida libertina, que ella relata, en ocasiones, con exceso de detalles.
En definitiva, estas confesiones autobiográficas, escritas con la frescura de describir lo más sencillo, son como la fisura en un muro de contención. Por allí se filtran las virtudes propias y las miserias ajenas en una mezcla de venganza y de deseo de acercamiento que rompa, si no el silencio, el odio en el recuerdo.
Blanca Vallejo Esteban