Maeve Brennan fue una escritora y periodista irlandesa nacida en Dublín en 1917 en el seno de una familia nacionalista y católica. Las actividades políticas de su padre lo llevaron a ser condenado a muerte por la Rebelión de Pascua de 1916, una pena que le sería conmutada. Posteriormente, fue embajador de la joven república irlandesa en Washington.
Cuando su familia regresó a Dublín, ella decidió quedarse en Nueva York. Este contexto familiar y político influyó de manera determinante en su carrera como cronista y escritora. Brennan, que residió toda su vida en la isla de Manhattan, el escenario de sus crónicas, falleció en 1993. Tras años de olvido, fue recuperada en el siglo XXI.
Este libro, De Dublín a Nueva York, es una recopilación de sus crónicas aparecidas en las revistas The New Yorker y Harper’s Bazaar entre 1952 y 1973. Está dividido en dos partes, la irlandesa y la norteamericana, y ambas destacan por su sencillez y la manera intensa con que la autora miraba cuanto la rodeaba. En sus escritos consiguió plasmar la cara menos conocida de la cotidianidad neoyorquina.
Los relatos irlandeses comienzan con narraciones en primera persona sobre su infancia, sus recuerdos familiares y los primeros años escolares, y pasa sobre ellos con la mirada inocente de la niñez. Le siguen las historias protagonizadas por dos matrimonios, en las que se narra la cotidianidad, los claroscuros familiares, la apatía en las relaciones, las vidas anodinas y sin relieve y la psicología de unos personajes simples y a la vez atormentados por una complejidad que se les escapa. Destaca en ellos la autocompasión y el influjo de una sociedad y unos modos algo provincianos que empujan a una vida abúlica, llevada por la inercia, y de la que es preciso huir. De fondo está la religiosidad característica de Irlanda, tratada con respeto, pero con una incidencia constante en el sentimiento de culpa.
En cuanto a los relatos neoyorquinos, Brennan escribe sobre lugares habitados por gente que llaman su atención. Con precisión y mucha agilidad narrativa, se fija en los gestos y registra minuciosamente innumerables detalles que describe como instantáneas a las que, según ella, habría que volver una y otra vez.