Hay pocos medios para conocer al hombre que resulten tan útiles y tan profundos –tan bellos– como los clásicos, es decir, como aquellas obras que, en palabras de Italo Calvino, no se agotan ni en la primera ni en sucesivas lecturas. También la condición humana es inagotable y, justamente, de sus lejanos confines da cuenta este libro que con 75 textos traza lo que su autor llama los “insólitos relieves” del alma humana.
El objetivo de Rafael Gómez Pérez no es solo cultural y es este el mérito principal de su obra, si se compara con otras de urdimbre parecida, como la de Nuccio Ordine. En efecto, mientras este último expone la oportunidad contextual de determinados textos y explica cómo nos sirven para iluminar problemas de nuestro presente, la pretensión de Gómez Pérez es más ambiciosa desde un punto de vista filosófico: lo que descubre y muestra es que el hombre de ayer y de hoy es el mismo; que sus anhelos, sus desventuras y penas son, a pesar del tiempo transcurrido, idénticas. En última instancia, que hay, bajo la pluralidad de los hombres, una naturaleza común. De Homero a Kafka constituye, en este sentido, un hermoso fármaco que aliviará, con la clarividencia de los clásicos, cualquier brote de relativismo, especialmente entre los más jóvenes.
Pero la obra cumple también con otra finalidad: la de propiciar el encuentro con esa sabiduría que los siglos han ido destilando y que hoy parece hallarse sitiada, acorralada, incluso en el ámbito educativo, por la desatención de los poderes públicos y la presión tecnológica. El viaje que Gómez Pérez propone por las cumbres de la cultura occidental es muy formativo y prueba que las intuiciones de quienes nos hablan en estas páginas –desde Homero, pasando por Hesíodo, Platón, Cicerón o Tomás Moro, hasta llegar a Balzac, Dickens o Pessoa– siguen siendo indispensables para conocernos a nosotros mismos.
Al huir de la erudición y de todo utillaje académico, el libro está indicado para los más jóvenes; es a ellos a los que más ayudará, no solo llenando esas lagunas que la educación de hoy, más orientada a lo pragmático, deja en su formación, sino enseñándoles también a gustar literariamente estos breves fragmentos, animándoles a reflexionar sobre temas antropológicos y valores morales de gran calado, como la amistad, el bien y el mal, la paz, la libertad o la muerte, entre otros.
En cualquier caso, ante el futuro de las humanidades conviene no ser ni excesivamente alarmista ni dejarse llevar por el pesimismo. Porque ¿cuándo fue el amor por la cultura o la inclinación humanística algo propio de muchedumbres? De Homero a Kafka es, desde este punto de vista, esperanzador, ya que prueba que la cultura seguirá perviviendo mientras la transmisión no se trunque.