Este volumen, preparado por Ana Hidalgo, recoge las catequesis que el Papa Francisco ha dedicado semanalmente a la vida familiar durante el período comprendido entre la celebración de los dos Sínodos. Junto con el contenido de las audiencias generales se recogen también otras intervenciones pontificas relacionadas con la familia.
El Papa Francisco propone profundizar sobre la vocación de cada uno de los miembros de la comunidad familiar, comenzando con la madre y el padre, y sin olvidar a los abuelos, que hoy son especialmente importantes en la tarea de transmitir la fe y que, según el Papa, “tienen un gracia y una misión, una verdadera vocación del Señor”.
Para el Papa, si el matrimonio hoy se encuentra en crisis no es solo debido a lo que las investigaciones sociológicas sugieren. En el fondo, la quiebra de la alianza entre el hombre y la mujer procede de la falta de confianza del hombre en Dios y en la creación. Recuerda que frente a las posturas que devalúan el compromiso, la entrega matrimonial es una vocación que llama al hombre a una vida de paz y armonía. Con el reconocimiento de la riqueza de los bienes del matrimonio, defendida por el magisterio de la Iglesia, se asegura una adecuada comprensión de la belleza del amor humano.
En esta catequesis no se pasan por alto las dificultades reales de la familia ni sus problemas sociales –los económicos, o el de la igualdad entre hombre y mujer, por ejemplo–. Con idea de ser práctico, el Papa orienta al fiel en su vida matrimonial diaria. Especial interés reviste la audiencia “Tres palabras”, en la que Francisco explica, como hizo en otras ocasiones, la trascendencia que un pequeño cambio de actitudes, como es pedir las cosas por favor, dar las gracias y pedir perdón, puede tener en el clima del hogar.
“Tenemos que ser conscientes de que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida compartida”, explica el Papa. Y es que además, el matrimonio revela el misterio de la Iglesia. Por eso, es necesario devolver el protagonismo a la familia para que el hombre salga de su crisis y su depresión y pueda acercarse y dirigirse en confianza a Dios, concluye.