Nueva novela de Belén Gopegui (Madrid, 1963), la séptima de una desigual trayectoria. Como en las últimas, aborda Gopegui cuestiones contemporáneas con las que pretende lanzar un dardo a las conciencias de los lectores actuales con propuestas que les hagan plantearse las cosas de otra manera. La intención es loable; sin embargo, la obsesión por transmitir un mensaje ideológico determinado vuelve a ahogar sus valores literarios.
En Deseo de ser punk, Martina, una adolescente de 16 años, atraviesa un momento critico que no puede despacharse, sin más, con la crisis de la adolescencia, aunque presente algunos rasgos muy obvios, como el sistemático enfrentamiento con sus padres y el peso de las amistades en su emotividad. Pero Martina sabe que su crisis y sus inquietudes no son las típicas. Ella ansia algo, busca otras cosas, se siente diferente. La novela es la larga carta que escribe a un amigo con el que piensa que puede sincerarse. Allí habla, y mucho, de la música, de sus padres, de sus amigos, del padre fallecido de su mejor amiga… Para hacer más verosímil su personaje, Gopegui imita algunas expresiones coloquiales y aporta el contexto sociológico en el que se mueve la protagonista.
Pero la novela es lenta, monótona, previsible y finaliza con una escena que pretende ser un idealista grito de rebeldía donde la autora condensa el mensaje social que quiere transmitir, pues las demandas de Martina, que definen su actitud ante lo que la rodea, son “locales para los adolescentes. No bares ni cines (…). Locales donde podamos juntarnos cuando nos parece que todo es peor que lo peor y que lo único que esperan de nosotros los adultos es que llegue un día en que empecemos a vender y comprar todo”.