00A partir de 1934, el portugués Adolfo Correia da Rocha (1907-1995) comenzó a utilizar el pseudónimo de Miguel Torga para sus escritos literarios. Ya en esos años había publicado algunos y era conocido en los círculos de la revista lusa Presença. Pero pronto abandona el grupo y emprende un camino independiente que mantuvo toda su vida. Desde 1941 residió en Coimbra, ciudad en la que estudió la carrera de Medicina. Había nacido en San Martinho de Anta, un pequeño pueblo de Trás-os-Montes, en el norte del país. Ingresó en el seminario menor de Lamego, pero a los trece años decidió marchar a Brasil, a trabajar en la hacienda de unos tíos suyos. Años después, regresó a Coímbra. En 1939, pasó dos meses en la cárcel por su postura crítica contra el régimen salazarista.
De su extensa trayectoria literaria hay que destacar su poesía, publicada en España en varias antologías, como El espíritu de la tierra. También es autor de espléndidos libros de relatos, entre los que sobresale Bichos, y de una extensa novela autobiográfica, La creación del mundo. Quizás la obra más conocida de Torga sea su Diario, que empezó a escribir en 1932 y de los que publicó dieciséis volúmenes. Dejó de escribirlos en 1993, apenas dos años antes de su fallecimiento.
No vamos a encontrar en esta antología ni una crónica social, ni un diario sentimental, ni un dietario de sus lecturas ni el recuento de lo que hace cada día. Torga va a lo esencial, a sus ideas de fondo sobre la vida y a su relación con muchas personas. Abandonó la fe religiosa y elaboró una filosofía vital en la que no tenían cabida las cuestiones espirituales, rechazadas de plano por el autor, que se presenta como un escritor unido exclusivamente a las “raíces del suelo”. Aunque intenta ofrecer una imagen esperanzada, siempre acaba apareciendo el pesimismo.
Las entradas del diario se complementan con poemas en los que Torga también va desarrollando, en paralelo, su idea del mundo y de la literatura y que, con otro estilo, forman parte intrínseca de esta obra. En todos los volúmenes aparecen un total de 315 poemas.
También se refiere en estas páginas a su faceta como médico, que le aporta una visión fraterna y humanitaria de la existencia; introduce algunas –pocas– opiniones políticas y acertadas consideraciones sobre la vida social y cultural. Son más frecuentes sus reflexiones sobre su arduo y a veces angustioso trabajo como escritor. Incluye noticias sobre el impacto que le produce la muerte de algunos literatos que tiene en gran consideración (como Fernando Pessoa y André Gide). Y escribe muchas páginas dedicadas a sus viajes, tanto por el extranjero como por sus tierras portuguesas (a las que dedicó un libro muy valorado, Portugal).
“Más que páginas de meditación –escribe Torga sobre estos diarios–, son gritos del alma irreprimibles de un mortal que se ha doblado, pero no se ha partido”.