Salamandra. Barcelona (2001). 525 págs. 2.900 ptas. Traducción: Ana María de la Fuente.
Dientes Blancos, ganadora de los premios de novela Withbread y Guardian, está ambientada en un barrio de emigrantes de Londres, un territorio urbano acotado para escenificar el «Gran Experimento Social de la segunda mitad del siglo XX»: la convivencia de los antiguos colonizados del Imperio Británico, con etnias, religiones y costumbres distintas, en una sociedad posmoderna. La autora nació y creció en uno de esos barrios y muestra en este libro un conocimiento de las dificultades de adaptación de los asiáticos de la Commonwealth al mundo británico contemporáneo demasiado profundo para ser casual.
La primera parte del relato la protagonizan dos ex camaradas de la II Guerra Mundial que en 1975, ya mayores, se casan con muchachas mucho más jóvenes que ellos. El británico Archibald lo hace con una mulata jamaicana; Samad, el bengalí, con una adolescente a la que no ha visto, pero cuya boda ha sido concertada por sus parientes de Bangladesh. De tales matrimonios saldrá una prole conflictiva, cuyos problemas se manifestarán en inadaptación, frustración mutua y enfrentamiento generacional.
Los hijos nacidos en Gran Bretaña sobrellevan su desarraigo y su mestizaje cultural con actitudes muy distintas, pero que tienen en común la rebeldía contra el tipo de vida que les ha tocado vivir. Ellos llenan la segunda parte de la novela. Enfocada desde los conflictos de una persona que hibrida una herencia oriental y una educación liberal, Zadie Smith utiliza el humor casi con la misma profusión que la crudeza y el sarcasmo. Tal desgarro quizá no reste lucidez a sus observaciones ni agudeza a sus análisis psicológicos. Aun así hay que objetar que, en las no demasiadas ocasiones en que le sangran las heridas, la autora se pone a disparar a todo lo que se mueve: la clase media, el sistema educativo británico, las diversas lujurias de los personajes masculinos, las otras religiones, la investigación genética, etc. Y eso, algunas veces, es demasiado disparar.
Artísticamente redactada, la novela reproduce una gran variedad de registros lingüísticos que van desde el molesto slang barriobajero hasta el estilo panfletario de las sectas milenaristas occidentales y las fundamentalistas islámicas. Si algo sobresale entre la riqueza de impresiones que suscita la lectura de Dientes blancos es su valor testimonial: la claridad con la que disecciona uno de los principales retos de la nueva Europa: la convivencia intercultural.
Rafael Díaz Riera