Liao Yiwu (Sichuan, 1958) es un artista chino que vive desde 2011 exiliado en Alemania. Es, como se dice en el prólogo, “el escritor contemporáneo más censurado actualmente en China”. En su libro biográfico Por una canción, cien canciones cuenta su estancia en las cárceles chinas durante cuatro años tras ser detenido y condenado en 1990 por la publicación del poema Masacre, sobre los hechos de la Plaza de Tiananmen. También ha publicado El paseante de cadáveres (2012), libro que describe la vida de miles de chinos que viven en los márgenes de la sociedad comunista. Con este conecta en intenciones literarias Dios es rojo, pues también sus protagonistas son o han sido marginados por la dictadura china. El hilo conductor es que todos son cristianos.
Liao Yiwu no ha escrito un ensayo sobre la presencia del cristianismo en una sociedad oficialmente atea. Su libro está formado por dieciocho entrevistas que realizó entre 2002 y 2010, con las que quiere mostrar la fortaleza y pujanza del cristianismo, a pesar de las persecuciones, especialmente violentas a partir de 1955. Entonces empezó a imponerse por la fuerza la ideología comunista, y el régimen obligó a abandonar China a misioneros católicos y protestantes, nacionalizó las iglesias y centros de enseñanza, multiplicó la propaganda atea y consideró a los cristianos espías y contrarrevolucionarios. También durante la Revolución Cultural, a partir de 1966, los cristianos fueron víctimas de una violenta represión.
El origen del libro está en una conversación que tuvo Liao en 1998 en Pekín con el neurólogo Xu Yanghai, predicador de una iglesia protestante clandestina. Esta entrevista abrió los ojos a Liao, no creyente, a una realidad desconocida, la de la vida de miles de campesinos cristianos del suroeste de China que han conservado su fe, llevada por misioneros protestantes y católicos a finales del siglo XIX y principios del XX.
Años después de conocer a Xu, Liao recorrió aquellas tierras en compañía del misionero Sun, antes un prestigioso médico. En sus viajes, entablaron conversación con numerosos cristianos, asistieron a ceremonias litúrgicas domésticas, compartieron conversación y comida con muchos de ellos.
Buena parte de los entrevistados son hijos o nietos de los primeros cristianos chinos que se bautizaron. Y todos reconocen la heroica labor que realizaron aquellos misioneros en unas condiciones miserables. (Algunas de estas historias aparecen en el documental de Yuan Zhiming The Cross: Jesus in China.)
El autor ha elegido las vidas de conversos que han vivido momentos personales muy críticos, con constantes enfrentamientos con las autoridades comunistas y con los dirigentes de la Iglesia Patriótica, manejada por el Partido Comunista. Solo aparece un converso reciente, un joven que considera cristianismo como una alternativa más moderna a las religiones tradicionales chinas. Ni su experiencia vital ni sus razones para convertirse tienen nada que ver con lo que cuentan el resto de los entrevistados, que han vivido su fe no como una moda, sino como un compromiso radical por el que pusieron en peligro hasta sus vidas.
Con un tono respetuoso, vitalista y esperanzador, Liao Yiwu quiere poner el acento de su libro en una realidad desconocida para los lectores occidentales y hasta para los propios chinos.