Reyes Calderón no deja de sorprender y vuelve a presentar una novela (la novena) de intriga y policiaca, llena de sorpresas y situaciones que forman una trama muy bien construida y sin cabos sueltos. Vuelve a aparecer la juez del Tribunal Supremo, Lola MacHor, que es una bilbaína de armas tomar. Es un personaje absolutamente singular: demasiado castiza quizás, muy humana y con un notorio sentido del humor. La autora le tiene muy bien tomada la medida y ha conseguido un personaje de perfiles nítidos.
La acción transcurre en esta ocasión en el norte de Francia, junto a Lyon, con breves episodios en Madrid y París. La climatología tiene también su importancia, ya que aparte del frío habitual de la región, se forma una ciclogénesis.
La trama se va desarrollando a través de retazos sueltos que despistan inicialmente hasta que los lectores se hacen con los distintos escenarios, personajes y tiempos. ETA y el País Vasco aparecen como telón de fondo, aunque estamos ante la historia de una venganza, con una detallada muestra de planteamientos que proceden de la crueldad y del profundo odio del corazón humano que en aisladas ocasiones contienen algunas escenas sexualmente explícitas. La autora sabe meterse bien por estos recovecos del alma y es muy certera a la hora de plantearlos y describirlos. En la novela tienen su peso un grupo de franceses, un comisario, un fiscal y un forense, quienes, junto a la juez, llevan el peso de la trama.
El final es demasiado rápido, predecible en parte. Pero lo que le interesa a Reyes Calderón es la historia humana más que el relato policiaco en sí. La tensión y el buen humor hacen muy agradable la lectura. La novela ha obtenido el premio Azorín 2016.