Un libro de investigación sobre moda puede chocar a quienes antes de leerlo relacionábamos la moda casi estrictamente con las manifestaciones con las que se comunica: pasarelas, marketing o eventos de celebridades, entre otras. Leyendo los curiosos ejemplos que se recogen aquí, desde la Edad Media hasta nuestros días, se comprende que la moda significa algo más que corrientes estéticas que te hacen llevar un vestido o ser fan del artista “de moda”. Elegir más o menos conscientemente estas conductas o prácticas sociales -un modo de vestir o de apreciar ciertos objetos- es símbolo de lo que diferencia a unas personas de otras. Esa opción les otorga cierta distinción a la hora de identificarse con un grupo determinado en un momento concreto, aunque sin perder su individualidad.
En la visión interdisciplinar de la moda que recorre esta fundamentación teórica, se descubre que la cara de la moda es también el espejo de su alma: los criterios estéticos e incluso morales -cualidades interiores, valores, estilo- de quienes crean la moda se subordinan al fin social de distinción y asimilación social. Otro de los hallazgos de este viaje psicológico y sociológico por los procesos concretos de distinción social y las prácticas relacionadas con la moda, es considerarla como “fenómeno social total” que aúna todos los aspectos -familiar, económico, religioso…- como una “experiencia vital subjetiva”.
Y digo “hallazgo” porque a través de sus capítulos se contesta a las críticas más feroces a la moda, como la del marxismo que considera a esta estrategia de consumo una forma de alienación. También deja de lado las extremas sugerencias como la de Lipovetski, quien celebra con la sociedad hiperindividualista de hoy el lema “sigue la moda sin asumir ninguna identidad tradicional, ninguna motivación”, o el pesimismo de Baudrillard, que acusa al fenómeno de la sociedad de consumo de poner fin a la interioridad o la intimidad del sujeto y de impedir “el auténtico cambio del sistema económico”.
En los capítulos firmados por la profesora Ana Marta González, se erige al sociólogo Georg Simmel (1858-1918) y al economista Thorstein Veblen (1857-1929) como teóricos que explican la moda de hoy. A esta moda que se ha democratizado en los países desarrollados, vuelve, sin embargo, como vuelve la ropa de los setenta, el fenómeno de cascada de Simmel, quien considera que las clases altas utilizan el vestido para distinguirse de las clases bajas y construir una identidad. Así lo demuestran por ejemplo la variedad de accesorios de marcas y el juego de hacerlas compatibles. Por su parte, resulta especialmente actual -retrato del consumidor compulsivo- el planteamiento de Veblen en su “Teoría de la clase ociosa”. Para Veblen, el consumo ostentoso refleja la obsesión por el estatus y la búsqueda de la apreciación en los demás.
La profesora del departamento de Sociología de la Universidad de York, Colin Campbell, cierra el libro con el capítulo “El deseo de lo nuevo”, donde lanza una propuesta de teoría de consumo que justifique quién introduce las innovaciones y qué pensamiento explica que tendamos hacia ellas.
Carmen Llovet