Además de ser un experto montañero y poeta ocasional, de Julián Herranz se podría decir que, a sus 93 años, ha sido y es, médico psiquiatra, fiel del Opus Dei, sacerdote, experto en Derecho canónico, obispo y cardenal. Desde el año 1960 trabaja en la curia romana. Y en estos 63 años ha estado al servicio de seis papas: desde Juan XXIII hasta Francisco.
En un anterior libro de memorias, En las afueras de Jericó, Herranz hilaba sus recuerdos de los cuatro primeros pontífices y se quedaba en la elección de Benedicto XVI. Los consejos de algunos buenos amigos y el sentimiento de un cierto compromiso con la historia y la unidad de la Iglesia –que se percibe constantemente en el texto– le han impulsado a escribir sus reflexiones sobre el trabajo con Benedicto XVI y el Papa Francisco.
Llega este libro en un momento muy oportuno donde desde fuera de la Iglesia, pero sobre todo desde dentro, se trata de enfrentar estos dos pontificados y activar –quizás sin ser conscientes– una maniobra tan vieja como eficaz para destruir cualquier empresa o institución: divide y vencerás.
El texto se abre con una conmovedora –y divertida– carta del Papa Francisco a modo de prólogo y en la que alaba del cardenal Herranz su “corazón eclesial”. Da la impresión de que estas memorias están escritas precisamente desde este ángulo: el de un hombre que ha trabajado 60 años en el Vaticano, que ha visto la grandeza –y también la debilidad– de muchos de los llamados “hombres y mujeres de Iglesia” y que quiere, desde su experiencia, elevar un poco la mirada de todos aquellos que se sienten inquietos con las informaciones, desinformaciones, medias verdades y mentiras que escuchan en los medios. Unos medios, a veces, abiertamente hostiles a las enseñanzas de la Iglesia y que pretenden arrimar su ascua posmoderna al catolicismo criticando la labor de Benedicto XVI, y otros, aparentemente ortodoxos pero que no tienen empacho en utilizar esquemas de confrontación política para reprobar a Francisco. Frente a esta dinámica del enfrentamiento, y sin obviar las diferencias de talante, tono, carácter y prioridades de uno y otro Papa, el cardenal traza las líneas que unen el magisterio Benedicto y Francisco explicando, por ejemplo, la íntima relación de las encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti con Deus caritas est.
Herranz, que ha vivido en primera línea los momentos duros de los dos pontificados –desde el escándalo Vatileaks, la crisis de los abusos o la rebelión del nuncio Viganò, hasta la pandemia o la guerra de Ucrania– aporta datos muy concretos y contexto para que el lector entienda el fondo sin quedarse en las intrigas eclesiales que tanto gustan a los vaticanistas. Que es como decir que nos gustan a casi todos, porque, al igual que cada español esconde en su interior un seleccionador de fútbol, muchos católicos esconden un vaticanista.
Un ejemplo especialmente elocuente de ese llegar al fondo sin quedarse en polémicas, es el modo en el que Herranz aborda en el libro la cuestión del celibato sacerdotal. No como un debate que atañe a la sexualidad o que compromete la antropología y moral cristianas, sino subrayando –en primer lugar– el importantísimo valor del celibato en la Iglesia, y no solo el de los sacerdotes, sino además el de tantos laicos que quieren imitar, también de esta manera, a Jesucristo. Pero esta visión del celibato no le impide enfrentarse a un problema más amplio: el de la escasez de sacerdotes que es un importante obstáculo para que los fieles reciban el necesario alimento espiritual: los sacramentos y, especialmente, la Eucaristía. El sacerdocio no se puede reducir a una cuestión de celibato sí o no: es una llamada a una entrega total, un servicio a la Iglesia que si queda vacante puede llevar, en palabras del cardenal, a un “infarto” en el Cuerpo de Cristo. Lo que hace Herranz, en este y en otros casos, es ampliar y elevar el foco, sin quedarse en lamentos nostálgicos ni reproches progresistas, tratando de seguirle la pista al Espíritu Santo, que –al fin y al cabo y por encima de Pontífices y curias– es quien se supone que guía la Iglesia.
En definitiva, un valioso –y profundo– texto para todos aquellos que quieran entender la historia de la Iglesia en estas dos primeras décadas del siglo XXI.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta