Apoyándose en su experiencia educativa en diferentes centros de enseñanza, los autores de este libro han resumido las que para ellos son las claves para una buena educación. El libro combina cuestiones muy prácticas con la reflexión intelectual sobre aspectos fundamentales que no conviene dejar de lado cuando se habla de educación, aunque estas reflexiones -de manera deliberada- están ausentes del debate educativo. Para los autores, estas cuestiones son la base de cualquier proyecto educativo.
Por ello, los primeros capítulos explican de manera sintética pero con suficiente argumentación temas de fondo como los fundamentos antropológicos de la educación, la necesidad de fortalecer la unidad familiar para que exista una coherente educación, aprender a amar y a perdonar como actitudes básicas para mejorar como personas, y el peso de la formación espiritual en la educación integral de la persona.
Estos temas, sobre todo por intereses coyunturales o políticos, no suelen tenerse en cuenta cuando se habla de educación. Y es que se ha puesto de moda un tipo de educación aparentemente neutral que prefiere relegar este tipo de cuestiones para, de paso, imponer su modelo de persona. No son, por tanto, cuestiones gratuitas, y hacer reflexionar a los padres y profesores sobre ellas me parece una decisión acertada.
La segunda parte atiende a cuestiones más prácticas y visibles, pero que se enfocan adecuadamente en los centros educativos cuando se apoyan en los postulados teóricos anteriores. Así, se habla de cómo educar las emociones de los alumnos, el valor de la convivencia, la importancia del fomento de la lectura, la necesidad del esfuerzo para fortalecer la voluntad y cómo educar a los alumnos para que usen mejor el tiempo libre, una de las asignaturas pendientes de la educación actual. También se aborda una cuestión de plena actualidad como es el derecho a la educación diferenciada por sexos.
El último capítulo, titulado “Rasgos de un estilo educativo”, condensa las anteriores reflexiones y propone una manera especifica de hacer educación donde se destaca que “los padres son los principales responsables y protagonistas de la educación de sus hijos; además son los que dejan la impronta más honda en la personalidad de ésos, para bien o para mal”. Los centros de enseñanza y los padres deben ir, pues, en la misma dirección.
En cada uno de los capítulos, los autores incluyen unas recomendaciones bibliográficas sobre los temas que tratan y diferentes relatos y anécdotas que ejemplifican las ideas que se han comentado en plan más teórico.