Todos los padres han sentido la tentación de construir mundos artificiales para sus hijos, temiendo que el contacto con quienes piensan diferente pudiera perjudicarlos o servir para cuestionar los valores recibidos. Y aunque ese impulso, por fortuna, solo se materializa en raras ocasiones, siempre se suele pasar por alto la perturbación que el encuentro con la diversidad suscita en el adolescente. Es difícil que pueda madurar de algún modo si no aprende a manejarla.
Iván López Casanova, que ha acompañado de cerca a muchas familias y cuenta con un amplio bagaje, propone transformar la mentalidad asustadiza de muchos padres, mostrando que a veces falta ambición cuando se educa. En el fondo, el miedo “a lo que hay allá fuera” es el síntoma más palpable del fracaso formativo. No hay peor ciego que el que no quiere ver y, como el adolescente se encuentra atrapado en un peligroso polvorín, puede que su realidad estalle cuando alguien que suscribe opiniones distintas se interpone en su camino. Cabe que ese encuentro merme su autoestima, lo conduzca a una mentalidad cerril y de oposición, de las que atisba en el otro a un enemigo en la guerra cultural, o, finalmente, lo decida a renunciar a todo aquello que sus padres, con mimo, desearon inculcarle.
El ensayo da pistas para conseguir eso tan difícil que es educar “para amar, comprender y convivir en un mundo plural”. Según López Casanova, esa es la manera tanto de evitar que el adolescente rechace o sea insensible a lo ajeno, como de afianzar su identidad. Compréndase bien: formar en la pluralidad no quiere decir amoldarse a las tendencias sociales, sino respetar al otro, para merecer que este me respete a mí.
Junto con una parte más teórica, en la que se abordan temas imprescindibles para comprender la psicología y vida emocional de los jóvenes, hay otra en la que se dan directamente consejos: cómo abordar determinadas cuestiones, como la educación sexual, el amor, la dimensión espiritual, etc. En definitiva, el libro es un manual para padres que no olvidan la importancia de ser claros y de transmitir a los hijos unas convicciones sólidas, pero que son realistas y saben el océano al que les lanzan cuando se deciden a cortar el cordón umbilical que tan estrechamente los une.
