Muchnik. Barcelona (1996). 277 pág. 1.600 pts.
Con el estreno de su versión cinematográfica (ver servicio 22/97) aparece la reimpresión de la novela de Joseph Conrad (1857-1924), noble polaco que se hizo súbdito británico y escribió en inglés. El agente secreto (1907), una de las mejores obras de Conrad, se basa en los hechos históricos que rodearon el atentado anarquista contra el observatorio de Greenwich en 1894.
El protagonista, Verloc, tiene encomendada la tarea de promover la actividad política entre un grupo de anarquistas llegados a Londres desde distintos países. Utiliza como cobertura de sus operaciones una tienda en los bajos fondos londinenses, que oculta su actividad como agente provocador a sueldo y que trabaja simultáneamente para la policía londinense y para una nación extranjera. Verloc es obligado a organizar un acto terrorista con la intención de que la autoría recaiga en los grupos anarquistas. Pero al final…
El agente secreto es un relato tenso, una obra de época que narra una historia muy actual en lo que al terrorismo y manipulación política se refiere. Para presentarlo, Conrad utiliza el narrador omnisciente que adopta el punto de vista irónico, lo que le permite manifestar su opinión sobre la revolución anarquista con desdén o lástima. Y satirizar la costumbres establecidas a través de la crítica a la policía londinense. Conrad es un maestro en la descripción interior de los personajes, que realiza de forma detallada, entrando a fondo en sus conciencias para descubrir los motivos de sus acciones. En las descripciones de ambientes utiliza la técnica impresionista, a veces de pinceladas oscuras y tenebrosas, que recuerdan la novela gótica. Los personajes son antihéroes, oscuros y extraños, poco atractivos, en consonancia con la concepción fatalista de la vida que tiene el autor.
La novela supera la mera intriga, ya que Conrad plasma en la narración su filosofía de la vida y sus exigencias artísticas. El género se convierte así en vehículo de crítica político-social y humana, y de sátira de las costumbres establecidas.
Blanca Vallejo Esteban