Destino. Barcelona (2000). 284 págs. 2.100 ptas.
En 1998, Lorenzo Silva publicó El lejano país de los estanques (ver servicio 59/98), novela policiaca protagonizada por una pareja de guardias civiles, el sargento Bevilacqua y la agente Chamorro. La novela cosechó un importante éxito por la habilidad de Silva para adaptar los habituales ingredientes de este tipo de novelas a la realidad española más inmediata, con un estilo que evitaba deliberadamente los tics de la novela negra norteamericana. En El alquimista impaciente, que ha obtenido el último Premio Nadal, la misma pareja de guardias civiles tiene que encontrar las causas de la misteriosa muerte de un ingeniero de una central nuclear en un hostal de Guadalajara. A partir de unos mínimos datos, los dos guardias, indagando en los móviles de un asesinato aparentemente inmotivado, descubren una cadena de corrupciones en la que están involucrados importantes empresarios de la región.
Pero lo decisivo en esta novela no es la intriga, aunque el autor la va dosificando convenientemente para mantener la atención del lector. Lo más importante es su capacidad para retratar la psicología de los personajes, en especial del escéptico narrador, el propio sargento y su compañera. Otro acierto de la novela es que, a pesar de que la investigación pasa por algunos episodios turbios, Silva no se recrea en la descripción de estos submundos.
Como en El lejano país de los estanques, a Silva le interesa el factor humano de la acción, el componente ético. Y todo esto sin retórica, reflejando la realidad desde una perspectiva un tanto singular.
Adolfo Torrecilla