Taurus. Madrid (1999). 250 págs. 2.500 ptas. Traducción: Jesús Albores Walter.
Garrison Runciman, nacido en 1939, no sólo es un académico notable, con publicaciones clásicas en Teoría Sociológica, sino también un hombre que ha participado activamente en el mundo de la empresa y de la administración pública. Quizá por esto último no haya sido capaz de crear una escuela reconocida como propia en el complejo mundo de la vida universitaria y de la investigacion sociológica.
Esto le da, no obstante, una cierta ventaja a la hora de exponer sus opiniones al gran público. Desde su privilegiado punto de observación del Trinity College de Cambridge, Runciman puede hacer gala de una independencia y objetividad de la que son buena muestra las páginas de El animal social: una obra introductoria de síntesis dirigida a estudiantes universitarios que se preguntan en qué consiste el quehacer sociológico. Después de su lectura queda claro lo poco que tiene que ver la sociología con la filosofía, por un lado, y con la historia, por otro.
Runciman construye todo el argumento de su obra con base en tres conceptos clave. El primero es la idea de rol, a su juicio la piedra basal de la misma sociología. Todos los papeles sociales son roles referenciales, y estas referencias mutuas son las que construyen la sociedad. El segundo es la defensa de la idea de la evolución social, que es una manera de reincorporar el factor tiempo a la consideración de nuestro devenir colectivo, pero que tiene el inconveniente de recordarnos mucho a Darwin a pesar del esfuerzo de Runciman por evitarlo. Y el tercero nos advierte que la sociología es una ciencia muy compleja y vasta y que todavía está en su infancia; por tanto, no hay que extrañarse de la gran variedad de visiones contradictorias con que los sociólogos nos vienen regalando desde hace doscientos años.
Los planteamientos de Runciman son originales e interesantes. Su división de campos en Teoría Sociológica entre mercaderes de actitudes (los que se involucran activamente en el cambio social, como Marx o el contemporáneo Wallerstein), mercaderes de trivialidades (los que dan importancia desmesurada a hechos banales que explican con lenguaje confuso, como Parsons) y mercaderes de beatitudes (los que se despegan de la realidad para describir mundos posibles y deseables), resulta cuanto menos novedosa, pero es que, además, está convincentemente argumentada.
El libro de Runciman cumple su propósito sin recurrir a demasiados academicismos. Le falta quizá un repaso de la metodología sociológica, que viene a ser hoy en día uno de los registros más socorridos para que el sociólogo pueda encontrar trabajo.
José Peréz Adán