Muchnik. Barcelona (1995). 318 págs. 2.600 ptas.
Edgar Lawrence Doctorow (1931) es un escritor de renombre en Estados Unidos, donde ha obtenido importantes premios y ha gozado del reconocimiento de la crítica. En El arca de agua -para muchos su mejor novela- retrata una sociedad esclava de la opulencia y el progreso, donde los rasgos más humanos están a punto de desaparecer.
1871. Nueva York es una ciudad opresiva en efervescencia. Martin Pemberton, crítico literario del Telegram, se dirige a su trabajo una mañana de ventisca. Bajo el vendaval de nieve, divisa un ómnibus municipal en el que viaja un grupo de ancianos enlutados y ausentes. Entre la amalgama de levitas y sombreros de copa, Martin cree reconocer el rostro de su padre, muerto hace años. Llega alterado al periódico. McIlvaine, su jefe, no le toma en serio. Días después Martin desaparece. McIlvaine emprende entonces su búsqueda con la ayuda de un agudo policia municipal.
Tras una trama policiaca perfectamente diseñada se esconde una reflexión sobre los límites científicos y el valor de la existencia. Este velo metafísico añade a los hechos cierta dosis de misterio. El ambiente neoyorquino de finales de siglo es perfecto y resulta verosímil. Sin embargo, algo falla: los personajes están caracterizados débilmente, resultan lejanos y poco atractivos. Ni siquiera McIlvaine -quien relata la historia en primera persona- consigue transmitir sus inquietudes al lector. Sin duda, lo mejor de El arca de agua es el argumento, cerrado y con las características de un cuento gótico inquietante.
Pablo de Santiago