Fredrik Sjöberg (Suecia, 1958) es un traductor, escritor y entomólogo que ha conseguido un éxito internacional con esta obra, publicada en 2004 en Suecia, y luego en otros quince países. El libro es un muy ameno cajón de sastre en el que el autor habla de anécdotas de su vida, de algunas expediciones y viajes, de las obsesiones de algunos científicos importantes y de su auténtica pasión: coleccionar moscas. Por sus intenciones literarias y la fuerza de una vocación científica, el libro recuerda por momentos al sorprendente El evangelio de las anguilas, de Patrik Svensson.
El autor vive en la actualidad en Runmarö, un archipiélago del este de Estocolmo. Solo en esta pequeña isla ha conseguido capturar 202 especies distintas de moscas: “Un triunfo, creedme”. Mientras que los coleccionistas de mariposas gozan de un prestigio conmovedor y hasta delicado, como opina el autor, explicar su pasión por las moscas le suele provocar no pocos problemas. Esta afición solo parece ser aceptada por las visitas y sus vecinos cuando Sjöberg la compara con la “botonología”, la ciencia de coleccionar cosas inútiles. También suele funcionar el argumento de que su insólita actividad científica es otra forma de “ejercer la lentitud”.
En capítulos cortos, con un estilo divulgativo, Sjöberg relata algunas anécdotas de las expediciones científicas en las que ha participado por todo el mundo. Destaca y comenta algunos libros de autores muy conocidos, como Bruce Chatwin y D.H. Lawrence, y dedica bastante atención a relatar algunos momentos de la vida de René Edmond Malaise (1892-1978), entomólogo sueco ya olvidado que, sin embargo, como se describe en el libro, tuvo una vida de película. A la afición de Malaise por la entomología hay que sumar sus incursiones en el mundo del arte, los libros que escribió sobre sus viajes y su obsesión por la Atlántida, extravagante pasión que le restó prestigio entre los científicos contemporáneos.
El arte de coleccionar moscas resulta un libro entretenido por la variedad de temas que aborda y por la manera tan directa, sabia y dialogante de contar las cosas. Partiendo de la observación directa del trabajo de Sjöberg con las moscas, sus reflexiones y anécdotas aportan novedosos puntos de vista que permiten profundizar, aunque parezca mentira, en diferentes aspectos de la condición humana. De su singular actividad científica alaba Sjöberg los beneficios que aporta para mejorar la atención, apreciar el valor de lo minúsculo y saborear el paso del tiempo, de la espera y de la lentitud. Como escribe el autor, también ha descubierto que “aprender a leer la naturaleza es un ejercicio infinito”.
