Todo el peso y las heridas de la segunda guerra mundial gravitan sobre este conjunto de relatos de Lenz. El barco faro es la nouvelle más larga, a la que siguen otras breves, siempre con temas graves: las culpas del pasado y lo ocurrido en la guerra, que, explicitado o no, marca el presente y lo modifica; lo realizado en la guerra como una losa que persigue al vivo; los muertos que se dejaron allí, amigos que se perdieron en la batalla; los errores cometidos.
El relato El barco faro es una alegoría sobre el frágil poder del que ocupa el mando. El equilibrio de fuerzas que se establece cuando un grupo de hombres sube al barco y chantajea al capitán llena de tensión el breve relato. Las exigencias de ese grupo no se resuelven con violencia ni con acción trepidante sino en diálogos en los que la admiración y la fragilidad basculan del capitán al jefe de los delincuentes.
El barco está anclado en el mar Báltico y no puede navegar: esa contradicción entre lo que es el barco y a lo que se ve reducido es la contradicción que la tripulación impone a su capitán, que a su vez, tiene una deuda consigo mismo. Ahora tiene la oportunidad de cumplir con su deber y restablecer su honor. No ceder a la extorsión ni a las silenciosas exigencias de la tripulación: ahí está el nudo gordiano del relato.
Lo ominoso de una violencia latente, el ridículo terrible de no ser respaldado ni por el propio hijo, colaboran a crear un relato sólido donde no hay lugar para nada que no sea el peligro y en el que la inacción es una elección ética.
Muchos temas serios se dan cita en los diversos relatos, siempre críticos y con un rastro de dolor y culpa aún no resuelto. Incluso en el relato navideño titulado Un riesgo para los Papá Noel, el pasado sigue pendiendo como espada de Damocles e impide la diversión que conlleva olvido y ligereza, imposible para Lenz.
Lenz logra buenos retratos psicológicos y certeras ambientaciones con muy pocas palabras: sintético, no desperdicia recursos. Por eso sus relatos son concentrados, tensos y se dilatan hacia el pasado, que les dota de grandiosidad por encima de la sencilla anécdota.
La justicia no se ha restablecido: quizá sea esa la conclusión a la que nos conduce Siegfried Lenz, autor alemán siempre citado a la par que Heinrich Böll y Günter Grass, como el triunvirato sólido de autores que, con su literatura, no permiten pasar la página de la segunda guerra mundial.