Cualquier reflexión sobre el desarrollo del carácter siempre debe ser tenida en cuenta, especialmente si en su planteamiento inicial se distingue claramente entre valores y virtudes, como hace Rosa Rabbani, psicóloga de profesión y bregada en la terapia familiar.
Más que generar recetas para la vida buena, a Rabbani le interesa estudiar el porqué y el cómo del buen carácter. La tesis de que ese es el mejor camino hacia la felicidad tiene una innegable filiación aristotélica y es una de las razones que legitiman este ensayo, enmarcado dentro del ámbito de la psicología positiva y el proyecto “Virtudes” creado por la psicoterapeuta Linda Kavelin.
La propuesta de la autora trasciende el ámbito individual para poner de manifiesto el valor y la importancia que tiene el entorno de las relaciones personales en el desarrollo de un buen carácter. Parte de la idea del sujeto no tanto como un ser autónomo y capaz de actuar por sí mismo, sino como un ser vulnerable y frágil, relacional y dependiente de los demás. Nadie llega a conocerse a sí mismo en solitario y advierte de que las nuevas tecnologías en esto ayudan poco: aíslan más que comunican cuando la relación se deteriora.
Rabbani propone cinco estrategias generales para el desarrollo del carácter: hablar el lenguaje de las virtudes, identificar los momentos propicios para el aprendizaje, ofrecer el arte del acompañamiento, establecer límites claros y honrar nuestras necesidades inmateriales.
A estos modos de obrar, se suman otros tantos comportamientos sin los cuales un buen carácter no sería tal. Hablamos del altruismo, una necesidad biológica del ser humano a pesar de la sospecha sembrada por las leyes de la termodinámica o el darwinismo. Existe “el deseo de ser testigo de la felicidad ajena”, como afirma Rabbani. Del servicio, y para ilustrarlo cita a Rabindranath Tagore: “Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y descubrí que en el servicio se encuentra la alegría”.
El afán de superación nos acerca al verdadero éxito, y en palabras de Tim Ferrys, “el éxito de una persona puede medirse por el número de situaciones incómodas que esté dispuesto a afrontar”. El hombre es perfectible pero no necesariamente debe hacer las cosas perfectas; uno debe aspirar, como se suele decir, a ser la mejor versión de sí mismo.
También recuerda que si bien la ciencia está poco a poco profundizando en sentimientos que asolan al ser humano como la envidia, las frustraciones, los celos y los odios, la ficción es el laboratorio que los ha estudiado bajo sus infinitos ropajes. Ahí están Anna Karenina, Madame Bovary, la Odisea o autores como Shakespeare o Marcel Proust. Sentimientos todos ellos que “apagan la luz del corazón y extinguen la luz del alma”.
El deleite de crear, el don de la confianza, los beneficios de la gratitud y la liberación del perdón apuntalan los raíles por los que debe transitar el buen carácter.